Conviene no cegarse con el espejismo de la cotización. El entusiasmo de los inversores se ha quedado a medias tras conocer los buenos resultados del año fiscal 2016. Su cabeza ya piensa en 2017 y más allá. Tras la conferencia, hubo división de opiniones entre los analistas: para unos, las expectativas son «imprecisas», para otros son «realistas». Juicios provisionales, en espera del Investor Meeting que Intel ha convocado para este jueves, uno de cuyos ejes será la concreción de la ´hoja de ruta` de sus procesadores. Hasta ahora, Intel ha hecho hincapié más en destacar las nuevas áreas de (presunto) crecimiento que en las líneas de negocio que realmente nutren los resultados.
A lo largo de los últimos trimestres, Intel ha demostrado que no se duerme en los laureles y que aspira a ser algo más que un fabricante de procesadores de propósito general, pero cambiar la imagen tópica que el público – y sus propios accionistas – tiene de la compañía no es tarea fácil. Pese a que en la práctica monopoliza el mercado de chips para servidores y PC, las ventas en estos capítulos no tienen buena pinta en perspectiva. Se entiende que Intel siga aferrándose al dogma de la ley de Moore: Brian Krzanich, CEO de Intel, ha sido enfático «no sólo está plenamente en vigor sino que lo estará por mucho tiempo cuando mi carrera haya terminado». De esta profecía hay que rescatar una verdad como un templo: hace años que la vigencia de la ley de Moore no se basa en la tesis originaria de reducción de tamaño de los transistores sino, principalmente, en que sean más baratos y más frugales.
En la presentación de resultados, a finales de enero, Krzanich aventuró que el mercado mundial de PC se estabilizará en 2017 [lo mismo dijo Satya Nadella, de Microsoft] pero lo cierto es que el año pasado las ventas mundiales de PC cayeron entre el 4% y 5%, según como se contablicen los convertibles. Para este año, la previsión de Intel «se sitúa en la parte baja de un dígito negativo», alambicada manera de decir -2% o -3%. Afortunadamente para ella, Intel no vende PC, pero esto no impide que en la segunda mitad de 2016 sus ventas a los fabricantes de PC repuntaran más de lo previsto, con una alta proporción de la gama alta, Core i7, cuyos márgenes de beneficio son mejores. Así ha conseguido que su Client Computing Group facturase en 2016 un 4% más, 9.100 millones de dólares, pese a vender menos chips, porque el precio medio subió el 7%.
Está escrito que una nueva generación de chips, fabricados con proceso de 10 nanómetros, aparecerá “hacia finales de 2017”. Por otra parte, ya se han enviado muestras de ingeniería de su memoria 3D, llamada Optane, para iniciar entregas comerciales en la primera mitad del año. Son buenas noticias, sin duda. En tal contexto, la promesa de los 10 nanómetros toma una relevancia que excede lo tecnológico. Durante el Investor Meeting de noviembre de 2015 Intel incluyó esos procesadores en su esbozo de ´hoja de ruta`, quizá como contrapeso de la extensión del ciclo de los 14 nm. En agosto – esto es anécdota – anunciaba un acuerdo con LG para fabricar un procesador para móviles basado en proceso de 10 nm, pero lo que tuvo más relieve noticioso fue el uso de la arquitectura ARM, una primicia.
Ya este año, en el CES de Las Vegas, Krzanich mostro brevemente un prototipo de ultrabook que, según dijo, llevaba un microprocesador de 10 nm, lo que significaría que algunas muestras están en manos de los fabricantes para ir adelantando sus diseños e ingeniería. En suma, no hay ninguna razón para dudar del compromiso de Intel. Pero ha permitido que se extendiera la impresión de que no deseaba mostrar sus cartas antes de tiempo: originalmente, la primera familia de 10 nm debía aparecer en el cuarto trimestre de 2016. En apariencia, según la web Tom´s Hardware, ciertos problemas en la miniaturización de transistores habrían obligado a postergala. Pero ¿un año?
En Las Vegas, Krzanich confirmó que el sucesor del actual Kaby Lake se llamará Cannon Lake y mejorará sensiblemente la vida de las baterías, reducirá el consumo de energía. se calentará menos y, claro está, con un rendimiento superior. Empezará a despacharse en series pequeñas antes de finalizar 2017. Pero no detendrá la continuidad de los chips de 14 nm durante 2018. Lo que significa que Intel rompe su cadencia tick-tack, pasando de dos a tres tecnologías en un mismo ciclo – Broadwell, Skylake y Kaby Lake, todos de 14 nm – y que esa generación completa habrá vivido cuatro años, toda una eternidad en la industria de semiconductores.
Resulta por lo menos curioso que la confirmación llegara a las pocas horas de que Qualcomm ofreciera detalles de su próximo Snapdragon 835, que será fabricado con procesos de 10 nm. en colaboración con Samsung. A tenor de las especificaciones, su consumo de energía será 25% más bajo, su tamaño reduce un 35% el de su antecesor 820 y añade una GPE que soporta gráficos en 3D y realidad virtual. La carrera está lanzada e Intel no tiene la ventaja que tuvo años atrás: sus competidores le pisan los talones. Y aunque todos hablan de 10 nm, la verdad es que las medidas de los transistores de Samsung, Intel y TSMC no coinciden. Lo importante no es el tamaño sino el consumo: un chip de 10 nanos que consuma mucha energía será peor que uno normal de 14 nanos.
Es posible que, pese a las alusiones a la ley de Moore, Intel haya tomado la decisión de pisar el freno o, mejor dicho, de no acelerar. Ahora que los 10 nm están al alcance, se dice ritualmente que con el siguiente paso, los 7nm, podría volver a la secuencia de dos años. Pero quizá los números no cuadren: exigiría introducir en el proceso de fabricación herramientas que permitan una mayor miniaturización: ¿justificará la inversión industrial la marcha del mercado? De todos modos, con los 10 nm la industria se pone en el horizonte de 2020 para averiguar si los 7 nm serían suficientemente rentables.
El contexto del Investor Meeting de pasado mañana es una facturación que en 2017 debería ser esencialmente la misma, unos 60.000 millones de dólares. La apuesta para que el beneficio sea sostenible (en 2016 cayó un 10%) es seguir vendiendo procesados a un precio medio más alto. Este es uno de los retos. La principal fuente de beneficios en 2016 han sido – y lo serán otra vez este año – los procesadores para centros de datos, con el ingrediente de la demanda de los llamados ´hyperscalers` : la facturación generada por proveedores de servicios cloud ha crecido un 24%, mientras la de servidores empresariales caía el 3%.
Un elemento discutido en la presentación de resultados – y que se espere suscite más preguntas – es el fuerte incremento de la inversión de capital. En 2017 se prevé un capex de 12.000 millones de dólares, frente a los 9.000 millones del año pasado. Lo que no se dice es que en 2015 fueron muy modestas, cuando la media en la primera mitad de la década fue de 10.500 millones anuales. En otras palabras, en 2017 será indispensable invertir para acabar la puesta a punto de la generación de 10 nm.
La mayoría de los analistas reconocen que Intel está dando pasos en la buena dirección mientras reduce gradualmente su dependencia de los procesadores de propósito general, aunque es inevitable que lo haga con mucho tiento. Al fin de cuentas, si Intel lograse aumentar (o al menos mantener) las ventas de los i7 y los Xeon Phi, sus chips más rentables, conseguirá un mejor resultado a corto plazo que con sus justificadas apuestas por IoT, las memorias, los chips a medida o la inteligencia artificial. Una dosificación difícil de encajar con la lógica del beneficio por acción.
[informe de Lluís Alonso]