27/01/2014

27Ene

A la vista de lo mucho que les cuesta decidirse por un sucesor de Steve Ballmer, los señores del consejo de administración de Microsoft, con el chairman Gates al frente, quizá deberían pedir a Ballmer que se quede. Lo digo así porque, en los cinco meses que han pasado desde que anunció su retirada, todo (o casi) funciona mejor en la compañía. Véanse las cuentas del cuarto trimestre de 2014, segundo de su año fiscal, que mejoran las del período anterior. Mientras otras empresas sufren lo suyo, los ingresos de Microsoft han subido un 14% [24.519 millones de dólares]. No obstante, los beneficios sólo crecieron un 3% [6.558 millones]. Este contraste es comprensible porque, en gran medida, el aumento de los ingresos se debe al hardware – sí, al hardware – en concreto a las consolas Xbox One y a la segunda tableta Surface 2, que se vendieron bien en la temporada navideña pero dejan, inevitablemente, un margen mínimo o probablemente pérdidas iniciales. Contablemente, el hardware ha bajado su margen bruto de 762 a 411 millones de dólares. Pero el software – sí, el software – acude al rescate.

En principio, la estrategia devices and services, que será uno de los legados del final de la era Ballmer, está funcionando según se esperaba. Pero la nueva segmentación en la presentación de los resultados está siendo tan confusa como se temía. No es fácil, desde luego, desagregar la contribución de cada componente [empresas vs. consumo, hardware vs. software + servicios] y la compañía ha renunciado (lógicamente) a seguir facilitando datos que faciliten reconstruir las cifras de hoy con las categorías de ayer. Amy Hood, CFO de Microsoft, invitó a los analistas a considerar los resultados como un todo, en lugar de enfocarse en cada componente, pero no lo consiguió ni lo conseguirá.

La primera observación es que el hardware empieza a ser un factor de peso, a despecho de las opiniones escépticas, y lo será aún más cuando se complete la adquisición de Nokia. Segunda: como ha señalado Mary Jo, tan perspicaz como objetiva, la realidad que muestran las cifras del Q2 es que Microsoft es una compañía de software, y más particularmente de software para empresas. «No tiene por qué avergonzarse, pero no es este el mensaje que se empeñan en trasladar los ejecutivos de la compañía, que subrayan como fuente de crecimiento el mercado de consumo. Microsoft no quiere ser IBM, pero todavía se parece más a IBM que a Apple o Google».

La división que, siguiendo la nueva segmentación, experimentó el mayor aumento de ingresos fue Commercial Licensing, en la que se amalgaman los negocios tradicionales de software de la compañía. Con un matiz: a diferencia del hardware, prácticamente todo son beneficios: 10.100 sobre 10.900 millones de dólares.

Descodificando la información de Hood, Mary Jo Foley identifica los dos segmentos principales en los ingresos del Q2 han sido las licencias a empresas (Windows, Server, Office, Dynamics y Unified Comms): 10.900 millones, las licencias al consumo (Windows OEM, Windows Phone, Office e IP): 5.900 millones. La suma arroja el 68% de los ingresos totales. Con la óptica del margen bruto, los mismos conceptos aportan el 97% del total. En un papel secundario – para nada despreciable. quedan el hardware y ese cajón de sastre extrañamente llamado Commercial Other, en el que se inscriben los servicios cloud (Office 365, Azure, Dynamics CRM Online).

Es lo más lejos que se puede llegar en un desglose de las cifras, pero resulta suficiente para señalar que la transición de Microsoft está en marcha, que las empresas siguen confiando en sus productos, y que la tendencia declinante de los PC han afectado las ventas de Windows menos de lo que se esperaba. Así lo han entendido analistas e inversores, que el viernes premiaron la acción de Microsoft con una nueva escalada. De modo que ya hay quien pronostica que la bolsa está esperando el relevo de Ballmer (según de quien se trate claro) para subir al nivel histórico de 40 dólares. Ya era hora de echarse a la boca una buena noticia.


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