26/11/2014

26Nov

No hay que darle muchas vueltas a la noticia sobre las conversaciones «muy preliminares» entre BT y Telefónica de las que podría resultar el retorno de O2 al tronco del que fue separada en 2002. En aquellos tiempos de fiebre liberalizadora, cuando nadie pensaba que algún día se hablaría de consolidación, el regulador británico presionó al antiguo monopolio para desprenderse de su división móvil, Cellnet, que tenía negocios afines en Irlanda y Alemania. La sacó a bolsa y, cuatro años después, Telefónica hizo una jugada maestra pero onerosa: compró O2.

Aquel movimiento fue el inicio de una expansión europea que ya no es la prioridad del grupo español: si para achicar la deuda hay que replegarse, César Alierta se replegará. Primero se entendió que vendiera sus activos en República Checa e Irlanda para aguantar en Reino Unido y Alemania; ahora se nos dice que podría vender Reino Unido para retener Telefónica Deutschland, un valor importante en su balance. Se verá. La perspectiva de Alierta está en América Latina, que exige inversiones y una capacidad de endeudamiento de la que anda escasa.

No es sólo una dimensión corporativa: las tornas han cambiado en la industria. La vulnerabilidad de la filial británica de Telefónica deriva de su condición de operador exclusivamente móvil, cuando la corriente arrastra en otra dirección: en toda Europa los operadores móviles sufren por la saturación del mercado, la caída de los precios y la sordera regulatoria. Procuran, si pueden, escapar articulando una oferta ´convergente` sobre sus redes de banda ancha fija y móvil. Ya no basta vender fijo+móvil+Internet: quien no tenga un paquete quadplay quedará marginado.

Telefónica rompió la baraja en España, tras el desembarco de Luis Miguel Gilpérez, con el lanzamiento de Fusión – luego compraría Digital+, con lo que el año próximo tendrá más de 3 millones de clientes de Movistar TV – provocando la adquisición de Ono por Vodafone y la de Jazztel por Orange. Tendría difícil hacer lo mismo en Alemania, por distintas razones. Un paso previsible sería empaquetar servicios cuádruples en Brasil (urgentemente) o en México (según cómo avance la regulación). De momento, quedémonos con esto: 02 se ha quedado aislada en un mercado británico muy duro; venderla es una buena opción porque cualquier otra sería más cara.

Otra forma de la misma corriente es la manifiesta intención de Vodafone de competir en Alemania (para eso compró Kabel Deutschland) y en Reino Unido con ofertas que incluyan televisión de pago: Vittorio Colao lleva tiempo reclamando que a los contenidos de televisión se les aplique un régimen parecido al mayorista en la telefonía móvil, que obligaría al titular de los derechos a cederlos a sus competidores a precio regulado.

Por el lado de BT, pesa otra circunstancia: se ha convertido en un actor de primera fila en el mercado televisivo, ganando por la mano a Virgin Media y BSkyB gracias sobre todo a la compra (carísima) de los derechos de la Premier League. Significativamente, Gavin Paterson ha pasado de dirigir BT Sport a ser el CEO del grupo BT. La anomalía de BT consiste en no tener red móvil, y el estatus de operador virtual (dependiendo de Vodafone o de O2) es su debilidad: el objetivo de Paterson es volver a reinar sobre el mercado británico, aunque en régimen de competencia. No tiene ambiciones internacionales, excepción hecha de su división Global Services.

He faltado a la promesa de no darle vueltas. Porque las tiene. Si sólo se tratara de comprar una red móvil, BT podría inclinarse por la de Everything Everywhere, marca que comparten Orange y Deutsche Telekom sólo porque no han podido salirse del mercado británico. A fuerza de invertir en 4G, EE supera a O2 en número de usuarios, pero es muy probable que sus dueños francoalemanes se conformarían con venderla y sanear sus casas matrices. A menos que esta conversación sea un simulacro que oculta lo que realmente interesa a BT: la vuelta a casa de O2.


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