Una vez más, Meg Whitman ha sacado un conejo de la chistera: la noticia más importante de la conferencia de resultados trimestrales no han sido los resultados – aunque buenos – sino el anuncio de que ha encontrado la fórmula para deshacerse de la rama de servicios de Hewlett Packard Enterprise, sólo medio año después de la partición de la antigua HP. La desinversión, que de eso se trata, arrancará una espina que la compañía ha llevado clavada desde que hace años pagó 13.900 millones de dólares por EDS. Esa fórmula consiste en segregar esa actividad para fusionarla con la equivalente de Computer Sciences Corp. (CSC).
Financieramente, la operación se antoja complicada. El comunicado oficial dice que los accionistas de HPE recibirán 8.000 millones de dólares como fruto de la fusión con CSC. Cuando se lee el detalle, resulta que recibirán 1.500 millones de dividendo especial, mientras que CSC se hará cargo de un pasivo de 2.500 millones. Con estos dos elementos, se compensará la diferencia de tamaño entre los dos componentes de una nueva empresa – cuyo nombre no está decidido – de la que se les adjudicará un 50% por valor de 4.500 millones. Todo ha sido calculado para que fiscalmente salga gratis a los accionistas.
Así planteada, la operación parece bien vestida, pero para juzgarla habrá que esperar a conocer mejor la ecuación de cambio y, sobre todo, lo que pueda pasar de aquí a marzo de 2017, cuando está previsto completarla. Me temo que no hay muchos accionistas de HPE entre mis lectores – bueno, sólo me consta uno – así que analizaré otros aspectos de la operación. De entrada, puede verse como la demostración de que la actividad de servicios informáticos puede ser una rémora para una empresa cuyo epicentro es la venta de hardware e infraestructura.
Después de años de reestructuraciones y amortizaciones forzadas, la división Enterprise Services todavía representa unos 20.000 millones de dólares de facturación anual (en números redondos, el 37% de los ingresos totales de HPE). Pero, finalmente, ha conseguido mejorar su margen operativo lo suficiente como para encontrar una salida que no era viable cuando Whitman planteó en 2014 el split que daría lugar a la creación de HPE y HP Inc.
La compañía de la que se hizo cargo Whitman en 2011 – prometiendo que mantendría su integridad, por cierto – vuelve a achicarse. Pero esto es parte de lo que satisface a los inversores, que rápidamente empujaron al alza la acción de HPE al conocer la noticia. Los analistas, diligentes, han dicho que sólo con la migración de personal a la nueva entidad, se ganará en rentabilidad. En definitiva, la maniobra orquestada por Meg Whitman se despliega en tres fases: 1) segregar la HP original, 2) eliminar el riesgo del dudoso negocio de servicios y 3) liberar recursos con los que podrá abordar adquisiciones. La última de importancia, Aruba Networks, está dando satisfacciones: un 57% de crecimiento en el negocio de networking.
Se han verbalizado unas sinergias por valor de 1.500 millones de dólares, sin dar detalles acerca de cómo se han calculado. Salvo uno: entre las cláusulas del acuerdo, se contempla que CSC garantiza por tres años la compra de hardware de HPE para cubrir sus necesidades de prestación de servicios.
Los resultados presentados el lunes son muy positivos para este primer año de existencia de HPE. El Enterprise Group, ha sorprendido con un crecimiento del 7% (7.000 millones de dólares en el trimestre). Se sigue confiando en que la demanda de servidores es un motor de crecimiento, y la compañía ha ganado cuota de mercado en almacenamiento por décimo trimestre consecutivo. La aportación de Aruba, ya se ha dicho, está siendo muy positiva. El software, en cambio, sigue perdiendo gas: sus ingresos bajaron un 13% en el trimestre: este será, previsiblemente, el próximo asunto que necesitará una solución, posiblemente externa.
En teoría, la empresa resultante del acuerdo HPE-CSC tendría ingresos por valor de 26.000 millones de dólares [19.000 + 7.000 millones]. Curiosamente, el proyecto de fusión se ha hecho posible después de que CSC también se partiera en dos, desprendiéndose de la actividad de servicios al gobierno estadounidense. A Mike Lawrie, CEO de CSC – que lo será también de la entidad futura – le ocurre lo contrario que a Whitman: en lugar de achicarse, gana escala gracias a la cartera de HP Enterprise Services, saneada mediante la no renovación de contratos de baja o nula rentabilidad. Hasta mañana
Norberto