He leído algunos juicios sumarios e inexactos acerca del ´desenlace` del caso Toshiba, en los que se dice, por ejemplo «Toshiba vende su fábrica de memorias a un consorcio gubernamental japonés». Para empezar, no hay tal desenlace ni tal venta.
Lo que hay es un anuncio de la dirección de Toshiba según el cual ha elegido como candidato ´preferente´ a un consorcio – que tampoco es gubernamental – para iniciar negociaciones sobre la venta de Toshiba Memory, filial creada expresamente para titularizar su 50% de la fábrica de memorias de Yokkaichi, cuya propiedad comparte con Western Digital, que a su vez heredó la otra mitad al adquirir SanDisk. Tras meses de confusión, el calendario ha forzado una solución (?) justo a tiempo para presentarla ante la junta de accionistas del jueves 28. Aunque la junta validara la propuesta, las negociaciones serían ensombrecidas por la oposición de Western Digital, que ha pedido un interdicto ante un tribunal estadounidense, a la vez que planteaba un arbitraje internacional. En el primer caso para bloquear la transacción, en el segundo para dirimir el litigio.
¿Qué litigio? Western Digital – que habría mostrado disposición a adquirir el 50% que no posee – sostiene que cualquier transmisión a terceros que afecte la propiedad de la fábrica de Yokkaido sin su consentimiento, violaría el contrato entre las partes. Hay motivos, pues, para compartir el escepticismo de quienes piensan que ninguna negociación a espaldas del socio americano tendría buena salida.
Salida. Interesante palabra. Toshiba tiene urgencia por someter sus cuentas a la junta general, pese a no haber conseguido que sean auditadas. Porque la filial local de PwC, auditor designado, se ha negado a visarlas. Se trata de una anomalía que pone al borde del abismo a Toshiba, que ha apostado su existencia a dos cartas: memorias y energía nuclear. Enajenar su participación en Yokkaichi le permitiría enjugar las pérdidas de su filial Westinghouse Electric, condición para encontrar un socio o – más difícil – un comprador que se haga cargo de los compromisos adquiridos. Sobre el conglomerado pesa el aviso de que si cerrara en negativo el actual año fiscal, en marzo de 2018, sería automáticamente excluido de cotizar en bolsa y, consecuentemente, se quedaría sin el crédito bancario que ha sido una especie de respiración asistida.
Ahora bien, la composición del consorcio candidato no está libre de la controversia. El primer ministro Shinzo Abe se ha visto presionado para encontrar una solución que preserve el empleo y el control nacional sobre una tecnología crítica. Como antecedente, se le reprocha que el gobierno no supo evitar la venta de Sharp a la taiwanesa Foxconn.
Hay que observar que en ambos casos el capital privado se ha llamado a andanas. El keiretsu, mecanismo informal de ayuda mutua entre empresas niponas, ha fallado esta vez, como falló en 2012 cuando no evitó que Renesas cayera en manos del fondo KKR.
Las autoridades han tenido que orquestar un consorcio heterogéneo, en el que dos fondos (uno público y otro público-privado), se adjudicarían el 66,5% de la instrumental Toshiba Memory; en compensación, se da entrada con el 33,5% a la gestora estadounidense Bain Capital, que ha firmado discretamente un acuerdo con SK Hynix, fabricante coreano de memorias y, por consiguiente , competidor de Western Digital. Esta ha puesto el grito en el cielo. El precio, equivalente a unos 18.000 millones de dólares, no supone diferencias entre los involucrados.
Se habían presentado otras ofertas. La de Western Digital, que propuso quedarse con el 100% de la fábrica, no fue bien recibida. Foxconn, siempre a la que salta, presentó la suya y creyó que sería más convincente si desvelaba el respaldo de Apple, interesada en asegurarse el suministro de memorias. En este momento, el proceso está tan enredado que Terry Gou, ´patrón` del grupo taiwanés, aseguró el viernes a sus accionista que todavía confía en cobrar la presa.
Los aspectos industriales del asunto serán analizados otro día en mi site. Lo que me propongo hoy es volver sobre un tema que me atrae desde hace años: ¿qué razones subyacen en la aparente impotencia del capitalismo nipón para defender la preeminencia que en otros tiempos tuvo su industria electrónica y que, evidentemente, ha perdido a manos de Corea, Taiwán y China?
He encontrado un texto de Alicia Ogawa, profesora de Columbia Business School, que aporta ideas sobre el particular. Ante cada escándalo que ha desvelado la existencia de malas prácticas en empresas japonesas, dice, los accionistas han permanecido con la boca cerrada. Lo atribuye, en parte, a un rasgo típico de la economía japonesa: la propiedad cruzada de acciones entre compañías, que con los años se ha reducido formalmente mediante transferencias de un accionista leal a otro no menos leal pero igualmente silente. En el caso de Toshiba, el 30% de su capital estaba en manos de los bancos ´amigos`, que hicieron la vista gorda ante el falseamiento contable.
Según la profesora Ogawa, esta complicidad suele explicarse como una barrera frente a inversores ´activistas`, con frecuencia considerados ´buitres` que vienen a perturbar la armonía corporativa. La legislación, que en principio fue diseñada para obstaculizar el lanzamiento de OPAs hostiles, funciona en la práctica como una protección para los directivos. Por su lado, los fondos de pensiones, que poseen grandes paquetes de acciones, se comportan pasivamente, desinteresados en seguir el día a día de las empresas.
Otra complicidad, que pudo influir en las calamidades de Toshiba, se dice que tiene raíces ´culturales`: en una sociedad tan jerarquizada, afirma Ogawa, el empleo vitalicio justifica que a cambio de estabilidad laboral se mantenga una lealtad sin fisuras al jefe. Según una investigación interna del año pasado, los empleados de Toshiba «se sintieron incapaces» de desobedecer las órdenes recibidas para inflar ficticiamente la facturación y así enmascarar las pérdidas.
Por interesantes que sean estas observaciones, el dilema en que se debate Toshiba va mucho más allá de las críticas al gobierno corporativo. Se trata de evitar la quiebra provocada por la desastrosa compra de Westinghouse, para la que no encuentra comprador mientras que a la división de memorias le sobran novios. He aquí mi opinión: es triste que se sacrifique una rama de la empresa que ha sido a la vez innovadora y rentable.