25/09/2013

25Sep

Conviene tomar con pinzas la noticia según la cual el fondo de inversión canadiense Fairfax compra a precio de saldo la empresa – canadiense – BlackBerry. No es tanto un gesto patriótico como de protección del interés de los accionistas del país norteamericano (entre ellos Fairfax, que posee un 10%) ante un futuro que puede ser más o menos oscuro según la paleta que se use para juzgar. Para empezar, la operación no está cerrada: el proceso de due dilligence durará hasta el 4 de noviembre, y en ese lapso la dirección de la empresa puede buscar otras ofertas, aunque pagando una penalización asumible. O tal vez Fairfax – detrás del cual se dice que está la mano de Mike Lazaridis, uno de los fundadores de BlackBerry – podría renunciar al intento si las cuentas no le convencen.

Habrá tiempo para escribir sobre cómo se llegó a esta situación de tintes desesperados; hoy lo que importa es la circunstancia. El precio pactado es de 4.600 millones de dólares, pero como en la tesorería de BlackBerry había, al cierre del trimestre anterior, 2.600 millones, el precio neto merecería calificarse como un chollo. Sin embargo, una parte de esos fondos se irán en cancelar los contratos de 4.500 empleados, un 40% de la plantilla.

El mismo día en que BlackBerry presentaba de tapadillo – ¡en Malasia! – su modelo Z30, anunciaba en Canadá que abandonará el segmento de consumo para concentrarse en las empresas. Es un gesto previsible, pero no arregla nada. Probablemente Fairfax sea sólo una estación de paso para sacar a BlackBerry de la bolsa y negociar en la trastienda con algún eventual comprador. El problema vuelve a ser de valoración: no es lo mismo el todo que la suma de las partes. Y la lógica dice que un inversor financiero como Fairfax preferiría el despiece.

Puede decirse que grosso modo, los activos de BlackBerry se dividen en tres grandes capítulos: 1) sus dispositivos, en claro retroceso en el mercado, 2) su sistema operativo, que ha llegado tarde y no ha conseguido hacerse un hueco en la hegemonía de iOS y Android, y 3) su plataforma para empresas, sólida pero amenazada por decenas de competidores cada uno con su propuesta de MDM (mobile devices management). Aparte, están la marca (muy devaluada, por todo lo anterior) y las patentes, verdadera baza para sentarse a negociar, porque probablemente valen tanto como el precio neto que ofrece Fairfax.

Visiblemente, el CEO de BlackBerry ya no tiene esperanza de ser la tercera plataforma capaz de ser alternativa al duopolio Apple/Google y, no sé qué es peor, ha perdido la confianza de los operadores. Me ratifico en la idea de que Fairfax es un salvavidas provisional para dar tiempo a que Heins busque una salida airosa [se habla mucho de Samsung, pero también hay que tomarlo con pinzas]. Lamentablemente, la continuidad de la empresa con su perfil actual, no da para más.


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