No ocurre todos los días que una empresa europea compre otra de Estados Unidos, y menos al bonito precio de 11.880 millones de dólares. En verdad, no hay que hacer mucho caso de las aparentes nacionalidades: no hay nada menos patriota que un fondo de private equity, y de esto se trata en este caso, de una transacción arreglada entre los cuatro fondos que mandan en la holandesa NXP, y otros cuatro que controlan Freescale, con sede en Austin (Texas). La fusión que se plantea es reveladora de los movimientos que se observan en un sector que se prepara para luchar por el dominio de dos nuevos segmentos de crecimiento: Internet de las Cosas y el Coche Conectado.
Se necesita tecnología, pero sobre todo escala, y de la fusión va a nacer el número ocho de la industria, con familias de productos complementarios y una valiosa cartera común de patentes. NXP, nacida en 2006 de la antigua división de semiconductores de Philips, ha acordado la compra de Freescale, segregada a su vez, en 2004, de la antigua Motorola. Las dos cotizan en bolsa, pero en la práctica deben su continuidad a sendos consorcios de inversores: KKR, Bain Capital, Silver Lake y Apax la primera, Blackstone, Carlyle, Permira y TPG la segunda.
No son empresas que se unan porque estén en crisis. Al cierre del año fiscal 2014, ambas tuvieron crecimientos de dos dígitos, en parte debidos a su negocio como proveedores de la industria de automoción, que representa más del 20% de sus ingresos.
Tanto NXP como Freescale ven abrirse una oportunidad en el mercado de IoT, otro filón en el que no son recién llegadas: acumulan años de experiencia en microcontroladores y según IHS la compañía resultante será el líder de este segmento sin discusión. Además, NXP tiene cierta fuerza en comunicaciones NFC, y su tecnología la usan Samsung y, recientemente, Apple en el iPhone 6. Freescale conserva un cierto volumen de negocio con el sector militar en Estados Unidos, único elemento que podría merecer objeciones a la fusión.
Pero la clave la señala un analista de la consultora IHS: «la competición más aguda que se avecina en la industria de semiconductores está relacionada con las soluciones de conectividad de bajo consumo; en particular, la compañía fusionada estará bien situada para atender los avances esperados en la interfaz hombre/máquina». Freescale tiene patentada una tecnología de visión para sistemas de conducción asistida, mientras NXP cuenta con larga experiencia en procesamiento de la voz. «La amalgama de ambas categorías asegura simetría estratégica como primer suministrador de semiconductores a la industria de automoción», según el analista.
Que los coches actuales llevan incorporados microprocesadores, no lo ignora nadie. Pero no hace falta esperar al coche sin conductor para saber que los vehículos de gama media incorporarán electrónica digital que hoy es patrimonio de los modelos más caros: infotainment, conexión a Internet, seguridad, navegación y asistencia basadas en reconocimiento de voz. Disponer de estas funciones a bordo exige procesadores más potentes y versátiles, lo que ha atraído a los fabricantes de procesadores con experiencia en PC y smartphones, como Intel, Nvidia y Qualcomm, a acercarse a la industria de automoción. El problema no del todo resuelto es asegurarse de que cumplen unos estándares de fiabilidad más rigurosos que los generalmente aceptados en la electrónica de consumo.
A propósito de la fusión y del papel jugado por los fondos de inversión, se podría hacer una reflexión acerca de la paciencia como virtud financiera. La adquisición de Freescale en 2006, por 17.600 millones, acabó mal y dos intentos de salida a bolsa produjeron magros frutos, de manera que los cuatro grupos quedaron atrapados en espera de mejores tiempos. Han llegado, al parecer, pero la fusión no borra el peso de una deuda que, combinada, sumará más de 10.000 millones, equivalente a una cuarta parte de la capitalización bursátil conjunta.