Es seguro que Michael Dell tiene preocupaciones que no confiesa, pero es evidente que en su cabeza no deja de darle vueltas a una idea recurrente: qué hacer con VMware. En 2016, cuando compró EMC a precio récord, dijo que la “joya de la corona” de su imperio sería esta subsidiaria, de la que pasaba a controlar el 81%. Lo sigue siendo, pero la última noticia es – según informa el Wall Street Journal – que Dell está considerando una nueva contorsión financiera apoyada en las acciones de VMware que controla. Supuestamente, el propósito sería elevar la cotización de Dell Technologies, que casi no se ha movido desde que retornó a bolsa en 2018. De momento, se ha disparado un 21% en 24 horas.
El 81% de VMware tiene (tenía, antes de la noticia bomba) un valor en bolsa de 48.000 millones de dólares. Resulta insólito que una empresa más pequeña representa un valor superior a la capitalización bursátil de su propietaria. Una aritmética elemental diría que comprar acciones de esta es la forma más barata de sacar beneficio de su subsidiaria, por lo que una eventual segregación sería saludada con alborozo por los accionistas.
El razonamiento tiene un serio inconveniente: a la salida de esa supuesta transacción, Dell quedaría expuesta a los bajos márgenes de sus líneas de negocio y casi sin activos de software, que ahora mismo molan a los inversores en TI.
Si lo que Michael Dell busca “poner en valor” (sic) su control sobre VMware, bastaría con comprar el 19% restante que no posee (a saber cuál sería la prima a pagar por lo que ayer valía 19.000 millones) y ya podría consolidarla en libros como empresa única. Esta variante también plantea problemas. Uno: el coste fiscal, ya que legalmente tendría que esperar a septiembre de 2021, cuando hayan pasado cinco años desde que compró EMC, para desgravar esa participación.
Más grave, si cabe, sería otro problema. Fusionar VMware dentro de Dell rompería por las bravas la autonomía a la que tan apegado está Pat Gelsinger, CEO de VMware. Puestos a ponerle pegas a la operación, ahí van otras: empresas como HPE y Lenovo, que se han mantenido fieles a su alianza con VMware pese a su rivalidad con Dell, correrían a abrazar a, por ejemplo Nutanix. Por si fuera poco, una consecuencia lógica sería una fuga de accionistas tras vender a buen precio.
Puede tratarse sólo de un globo sonda. Sorprendente en todo caso, tras los resultados que tanto Dell como VMware presentaron a finales de mayo en un momento delicado. En el primer trimestre del año, Dell ingresó 21.900 millones de dólares (1,7% de incremento) con un beneficio operativo que en buena medida aportó su subsidiaria.
La paradoja que se esconde en estas cifras puede ilustrar la frustración de Michael Dell: la capitalización bursátil actual de Dell Technologies es menos de la mitad de los 91.000 millones de facturación que prevé en 2020.
Circula, como de costumbre, otra especie: lo que en realidad buscaría Michael Dell es una vía para reducir la deuda que ha asumido junto con su socio, el fondo de inversión Silver Lake. Tal como está el coste del dinero, no parece que sea una motivación esencial, pero se puede pensar – y hay quien lo escribe – que si vendiera el 25% de su participada, la recaudación le permitiría compras de empresas en segmentos en los que su empresa es débil frente a sus competidores. Saludos,
Norberto