La semana se cierra con tono deprimido por los malos resultados de HP, una caída del 3% interanual en las ventas, que coinciden con la confirmación de que 27.000 empleos serán sacrificados antes del final del ejercicio. Cuando surgieron los primeros rumores, el olor de una sangría semejante excitó brevemente a Wall Street, pero la cotización ha vuelto por donde solía: desde enero, ha descendido un 18% y está en el punto más bajo desde la entronización de Meg Whitman.
Esos 27.000 empleos equivalen al 8% de la plantilla, y se ha dado a entender que la reducción afectará sobre todo a la rama de servicios, de la que se sugiere que tiene pendiente esa asignatura desde la integración de EDS, consumada en 2008. Mucha agua habrá corrido por Palo Alto en cuatro años, pero dos CEOs consecutivos – Mark Hurd y Leo Apotheker – la dejaron correr.
En general, los analistas aprueban la decisión, pero Katy Huberty, de Morgan Stanley, advierte que “tardará años en reflejarse positivamente en el margen, el ingreso por acción y el free cash flow”, tres parámetros que obsesionan a los inversores. Shaw Wu, del broker Sterne Agee & Leach, es más severo: “el lado oscuro de esta reestructuración es que va a costar dinero, por no mencionar la huella moral en una empresa que ha vivido demasiados traumas”. Meg Whitman, en la presentación de anoche, estimó en 3.500 millones de dólares el ahorro que generará el recorte de costes, y prometió reinvertirlos “casi totalmente dentro de la compañía”.
Se ha calculado que con el anuncio de HP, los empleos perdidos en el sector TI de EEUU sumarían 50.500 este año; aun suponiendo que no hubiera otros casos, serían más que los de 2011 (37.038) y de 2010 (46.825). Hay que remontarse al funesto 2009 para encontrar una cifra peor: 174.620 puestos de trabajo amortizados.