Mediante un comunicado, Hewlett Packard Enterprise (HPE) ha anunciado la promoción de Antonio Neri a la posición de presidente o, si se prefiere, de número dos a la diestra de Meg Whitman, con la misión explícita de racionalizar la estructura de la compañía tras la segregación de las divisiones de servicios y de software. Hasta el momento, Neri (49) tras 22 años en la antigua HP, había alcanzado el rango de vicepresidente ejecutivo y director general del Enterprise Group que representará más del 80% de los ingresos de la compañía resultante.
Inmediatamente han reaparecido los rumores según los cuales Neri será el seguro sucesor de Meg Whitman como CEO de la compañía, posiblemente a partir de noviembre, manteniéndose aquélla como chairman. Fue un secreto a voces durante el Discover de Las Vegas, y Whitman dio pie con un discursos en el que presumió de «la transformación más profunda que se recuerde de una empresa del sector de las T.I». No todo el mundo estará de acuerdo con esta autoevaluación, pero nadie se atrevería a discutir el adjetivo ´profunda`.
Whitman se tomó el tiempo necesario, tres años, para retomar la idea de una partición, de la que nacerían HPE y HP Inc, que Leo Apotheker había enunciado de la manera más torpe posible. Luego, en menos de dos años combinó desinversiones con adquisiciones hasta poder definir un perfil muy distinto, que con todas las salvedades puede considerarse definitvo. Al cabo de esas maniobras, los analistas difunden entre sus clientes la idea de que HPE, con una capitalización bursátil de 27.000 millones de dólares, sería una presa apetecible para quien presentara una oferta de compra con una prima razonable.
Los resultados del trimestre cerrado en abril han vuelto a poner de relieve esa debilidad: todas las divisiones de la compañía – excepto los servicios financieros – cerraron el período con ingresos en declive, que en conjunto fue de -13%. Sin embargo, una vez ajustados a las desinversiones y al impacto cambiario, la caída fue del 5%. Una vez removidas sus rémoras, la compañía puede plantearse lo que, tópicamente, se ha bautizado como otra «reinvención».
Este es el trasfondo de otra noticia, menos notoria, conocida en las últimas semanas. Ha trascendido un memorando interno de la CEO que pone en marcha una llamada HPE Next Initiative, con el objetivo de «construir una organización idónea para competir con éxito en el mercado. HPE Next [pretende] partir de un folio en blanco para diseñar un nuevo modelo operativo y una estructura simplificada».
Al frente de esta iniciativa estará Jon Faust, actualmente vicepresidente de planificación financiera y análisis, con el encargo expreso de «revisar todos los procesos de la compañía, así como la asignación de responsabilidades, hasta descubrir cómo podríamos ser más ágiles, qué inversiones deberíamos priorizar y qué capacidades necesitamos de cara al futuro», reza el memorando. Firmado por Meg Whitman, el texto preconiza «rediseñar la estructura de costes de HPE para asegurar una arquitectura financiera sostenible a largo plazo».
La fase de planificación del proyecto encomendado a Faust – y en el que Antonio Neri tendrá mucho que decir dada su posición – debería estar concluída a tiempo para que su puesta en marcha coincida con el nuevo año fiscal, el 1 de noviembre próximo.
Es un giro interesante en la trayectoria de Meg Whitman. Los accionistas de HPE han recibido de ella todos los caramelos a que podrían aspirar, en gran parte gracias a una hábil ingeniería financiera. A partir de noviembre, la gestión de Whitman – o la de su presunto sucesor – va a ser juzgada por criterios ligados directamente a la marcha del negocio, sin más trucos para sostener el valor de la acción. En esta perspectiva, la iniciativa HPE Next contiene todos los elementos fácticos que, si se diera al caso, podrían servir para justificar dos opciones nada imaginarias: 1) dejar de cotizar en bolsa, cediendo el control a fondos de inversión especializados, o 2) resistirse con fundamento a cualquier oferta de compra no deseada.