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  23/04/2015

23Abr

Difícil resistirse a la rutina de comentar otro trimestre de IBM. Porque ya va siendo rutina repetir que los ingresos de la compañía han vuelto a achicarse, por duodécimo trimestre consecutivo: en 2011, facturaba 105.000 millones de dólares, que tres años después se han recortado a 92.800 millones. Parece inevitable que vuelva a achicarse más este año. Hay una explicación inmediata y razonable. O dos. Una es la desaparición del negocio de servidores de gama baja, vendido a Lenovo: los 2.400 millones que hace un año generaba el hardware, se han reducido a 1.700 millones. Igualando las bases respectivas, la facturación de hardware habría crecido un 30%, razonó el CFO de la compañía, Martin Schroeter. Y esto, gracias a que los mainframes más que duplicaron sus ventas.

La explicación anterior no alcanza a justificar del todo que los ingresos totales de IBM bajaran en doce meses de 22.240 millones a 19.590 millones, por lo que Schroeter echó mano de otra complementaria: la fortaleza del dólar afecta a una empresa cuyas operaciones en Estados Unidos son minoritarias, y que en ciertas regiones está pasando por una desaceleración de la demanda.

Valen como explicaciones, pero más interesante resulta otro asunto suscitado en la conferencia con analistas. Descaró Schroeter que la desinversión en los servidores x86 tenga un efecto depresor sobre las ventas de software, pero sí que comprime el margen, ya que IBM ha pasado a ser contratista de Lenovo para suministrarle software y servicios relacionados con esa línea de productos. Este tipo de acuerdos son de manual para las desinversiones de IBM: lo aplicó tras vender – también a Lenovo, en 2005 – su división de PC, y una cláusula de corte similar figura en la enajenación de sus fábricas de semiconductores a GlobalFoundries, que sólo se materializará este año.

Lo que ha dado en llamarse «reinvención» de IBM es en la práctica una transición que mueve el eje de gravedad de una empresa que durante décadas giró en torno al hardware: en 2011, esta actividad representaba el 16% de la cifra de negocios, y en 2014 se ha quedado en un 11% que seguirá bajando.

Las esperanzas puestas en nuevas áreas de negocio se manifiestan lentamente en resultados, pero Virginia Rometty se ha fijado – y ha fijado a toda la compañía – que las actividades de alto valor (cloud y analytics, a las que habrá que añadir los frutos del acuerdo con Apple y una nueva división de Internet de las Cosas) lleguen a representar el 40% de los ingresos en 2018.

El beneficio neto del trimestre sufrió un 5% de retroceso, pero el beneficio operativo subió un 4%, desfase que recoge los costes de reestructurar la compañía. Los analistas están obligados a una suerte de estrabismo, consecuencia de mirar a la vez la evolución del negocio y el comportamiento de la acción. Rometty ha tenido el coraje de abandonar la poco sensata política de cortejar a los inversores comprando acciones en bolsa para sostener la cotización: cierto es que una compañía con 13.000 millones de dólares en free cash flow no puede permitirse pagar 4.000 millones de dividendos, dedicar 18.000 millones a recomprar sus propias acciones y, además, invertir lo necesario para salir del apuro.

Desde que Rometty ocupa su puesto, en enero de 2013, la acción de IBM ha perdido un 9% de su valor y la plantilla ha bajado un 12%, malas noticias, pero en el mismo tiempo ha desembolsado más de 8.000 millones para comprar 30 empresas. Según el analista Toni Sacconaghi, IBM debería invertir unos 4.000 millones anuales para que sea realidad la promesa de que las actividades ´de crecimiento` aporten 40.000 millones de dólares en 2018 (en 2014 fueron 25.000 millones raspados). Cuenta Sacconaghi que en julio pasado, la CEO de IBM convocó a los altos directivos a un retiro discreto y les puso una tarea, sólo una: describir en una frase cómo debería ser IBM dentro de diez años. «Sin vacas sagradas», les insistió.


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