En una carta divulgada el pasado fin de semana, HP ha rechazado la oferta de compra transmitida por Xerox, pero lo ha hecho en unos términos que en la práctica abren la puerta a revertirla de tal modo que la candidata a ser comprada se convierta en compradora. Lejos de oponerse a estudiar una combinación posible entre ambas compañías, sugiere que la oferta está motivada por la debilidad de Xerox, cuyos ingresos han caído de 10.200 a 9.200 millones de dólares (calculados sobre la base de doce meses) desde 2018, mientras los de HP crecían a una media anual del 13% en el mismo período.
En otras palabras, no sólo la presunta adquirente vale en bolsa 3,5 veces menos que HP, sino que sus ingresos son cinco veces inferiores. Con estas proporciones, sería imposible financiar el precio ofrecido (33.500 millones de dólares) sin contraer una deuda cuyo reembolso sólo podría asumir de la empresa resultante. No obstante, Chip Bergh y Enrique Lores – chairman y CEO de HP, respectivamente – reconocen “los beneficios potenciales de una consolidación” y se declaran abiertos a explorar cómo podría crearse valor a través de una combinación con Xerox.
La frase coincide, a su manera, con la opinión de una amplia mayoría de analistas que desde el 5 de noviembre valoran las ventajas de la transacción aunque son escépticos sobre la viabilidad de que Xerox sea su locomotora. La llave parece tenerla en el bolsillo el inversor activista Carl Icahn, su más que probable muñidor.
Por tanto, algún fundamento tiene la suspicacia de que la oferta se ha cocido a fuego lento para romper a hervir a poco de romperse el acuerdo de entre Xerox y Fujifilm, duramente criticado por Carl Icahn desde el primer momento.
El fondo que preside este contumaz financiero controla desde hace años el 10,6% del capital de Xerox. La semana pasada declaró al Wall Street Journal haber dedicado 1.200 millones de dólares a adquirir un 4,2% de HP, lo hizo entre abril y agosto – cuando no había indicios de la intención de Xerox – con el resultado de que, en caso de concretarse la fusión, sumaría casi un 15% de la empresa combinada. Lógicamente, ejercería influencia en las negociaciones y tendría derecho a cierto número de votos en el consejo de administración.
Sus palabras al Wall Strret Journal no dejan duda de que está a favor de la fusión entre ambas compañías, aunque no se pronuncie acerca del formato que convendría a sus intereses: ¿Xerox compra HP? ¿HP compra Xerox? El diario neoyorquino interpreta la secuencia en el sentido de que “sería más realista” que HP asuma la iniciativa de absorber Xerox.
En sus informes de los últimos días, los analistas esgrimen argumentos sólidos en favor de esa hipótesis: 1) la diferencia de tamaño supone que un 48% de la futura compañía quedaría en manos de los accionistas actuales de HP, lo que en principio asegura una fácil aprobación; 2) HP se distingue por un flujo de caja abundante y una deuda minúscula, por lo que no tendría problemas para acometer la operación; 3) la marca HP goza de mayor resonancia entre la clientela y en un eficiente circuito de distribución.
Puede añadirse un cuarto factor. Hasta ahora se ha hablado de conjugar fuerzas en el mercado de impresión, olvidando señalar que a Xerox le falta experiencia en el crucial negocio de ordenadores personales. Digo crucial, porque las ventas de PC han aportado 1.700 millones de beneficio operativo a HP en el último trimestre publicado. Si se quiere justificar una fusión por las sinergias que aportaría (supuestamente unos 2.000 millones) no cabe duda de que HP está mejor dotada.
La soltería sobrevenida de Xerox ha tenido mucho que ver en la marcha de los acontecimientos. En su condición de accionista, Icahn se opuso al acuerdo para unirla con Fujifilm que hubiera diluido su participación. Forzó la sustitución del anterior CEO por un obediente John Visentin, cuya misión no declarada era cancelar el compromiso firmado. Una vez consumada esta doble maniobra, es probable que el octogenario Icahn ceda el mando a su hijo Brett. Retengan el nombre.