RIM, el fabricante de BlackBerry, está al borde del abismo, y su nuevo CEO, Thorsten Heins, pide tranquilidad ante la desbandada de directivos. Al mismo tiempo, transmite las peores noticias: que el trimestre que se cierra mañana arrojará pérdidas operativas. Heins ha añadido algo que da que pensar: personalmente, es partidario de aguantar o de buscar partners interesados en licenciar su nuevo sistema operativo, pero “no descarta ninguna otra posibilidad”. Se refiere a la presión que ejerce un accionista voraz para que la empresa sea vendida cuanto antes, preferentemente a un fondo que tardaría poco en desguazaría para “extraer valor” a sus activos. Esta táctica destructiva ha sido preconizada por otros inversores llamados “activistas”, en distintas empresas en dificultades.
Se puede entender la ansiedad de los accionistas: en 2008, la empresa valía en bolsa 78.000 millones de dólares, hoy podrían comprarse todas sus acciones por 5.200 millones. Pero todas las variables propuestas huelen a fracaso. ¿Conseguiría Heins aguantar hasta principios de 2013 – fecha prevista de salida de BB10 – con una cuota de mercado en descenso? ¿A quién podría interesar compartir un nuevo sistema operativo que no ha pasado la prueba del mercado? ¿No es demasiado tarde para romper el cordón umbilical entre un modelo de negocio y los activos en los que se sustenta? Durante un tiempo, se habló de la hipótesis de venta de RIM a Microsoft (o a Nokia, como si esta pareja no tuviera ya suficientes problemas de integración) y estos días circulan otros nombres imposibles: IBM, Oracle o Cisco.
Es cierto, en todo caso, que sólo las patentes propiedad de RIM valdrían más que su capitalización bursátil actual, por lo que la idea del despiece no es – financieramente – descabellada. Todo este ruido no ha mostrada una sóla alternativa convincente. Entre muchas cosas que lamentar en la situación de BlackBerry, no es moco de pavo que el mercado de los smartphones se decanta gradualmente hacia un duopolio de facto entre Apple y Samsung. En pocos meses, hemos comprobado que todos (o casi todos) sus competidores se derrumban uno tras otro. Si Windows Phone no lo remedia, que esta sí que es otra historia.