Cheng Wei fundó Didi Chunxing en 2012 con el objetivo de emular en China el modelo de negocio de Uber; para ese fin recibió el apoyo financiero de dos de los tres grandes de Internet en el país, Alibaba y Tencent [el tercero, Baidu, ya tenía un acuerdo de colaboración con Uber]. A mediados de 2014, Cheng convenció a Jean Liu de abandonar su alto puesto en Goldman Sachs para unirse a su empresa con rango de presidenta. No fue un fichaje inadvertido, porque Jean Liu [Liu Qing para el registro civil] es hija de Liu Chuanzhin, el respetado fundador de Lenovo.
Este es sólo un fragmento de la intrahistoria de una compañía cuya existencia ignorábamos hasta el día en que leímos que Apple invertirá en Didi Chunxing 1.000 millones de dólares. Con esta aportación, la empresa de Cheng Wei ha recaudado en total 4.400 millones de dólares, y la última ronda le asigna un valor de 26.000 millones. Mucho menos, por tanto menos fantasioso, que los 62.000 millones que hipotéticamente valdría Uber.
Se ha dicho por ahí, con chusca ligereza, que 1.000 millones son sólo calderilla para una compañía que a finales de marzo acumulaba una tesorería de 232.000 millones, en un 70% líquida (y una parte no revelada en bancos chinos). El contraste de cifras no responde la pregunta de por qué Apple – que no es precisamente proclive a las adquisiciones – invierte en la llamada “Uber china”. Como suele suceder, el verdadero interés de la noticia no está en su enunciado sino en el contexto.
Este lunes pasado, Tim Cook se dejó ver en Pekín acompañado por Jean Liu. Que se sepa, es su octava visita al país desde que en 2011 sucedió a Steve Jobs, pero es la primera vez en que el sucesor encuentra contestación entre algunos accionistas que reclaman algún movimiento “transformacional” (sic) que se refleje en la cuenta de resultados, para escapar a la dependencia del iPhone.
El CEO de Apple ha ido construyendo en China una trama de relaciones muy útiles. Por su magnitud, el mercado chino es determinante de la tendencia mundial, en las buenas y en las malas. Ha quedado demostrado con el descenso del 26% en las ventas del iPhone en China [que en las cuentas de Apple incluye Hong Kong y Taiwán] durante el primer trimestre.
Aun siendo grave, no es el único problema de Cook, que en cada viaje a Pekín tiene una intensa agenda de encuentros con dignatarios del régimen [aparentemente de segunda línea, porque los de primera no quieren que se les sospeche de compincheo con Apple. El tono de esas relaciones lo marca el hecho de que las autoridades han forzado el cierre de las versiones chinas de iBooks e iTunes Movies, por entender que pueden ser coladeros para la distribución de contenidos hostiles al gobierno. La inversión de Apple en Didi, y la ostentosa manera de anunciarla, se han interpretadas como un mensaje conciliador dirigido al gobierno chino.
Hay un tercer elemento a mencionar: sin haberlo reconocido, Apple no oculta su interés en explorar las múltiples formas de impacto que tiene convulsión al mundo del transporte. Tiene trabajando en proyectos ultra secretos a centenares de ingenieros, en el llamado Proyecto Titán, cuyo desenlace ideal sería el diseño de un coche semiautónomo. Por lo menos, de la inversión en Didi puede esperarse que refuerce esa apuesta para no quedar descolgada de otras iniciativas.
Hay un último aspecto que quisiera comentar. En las últimas semanas, dos de los pocos Apple, Warren Buffet y Carl Icahn, han tomado actitudes de significado opuesto. Buffet, supuestamente con dotes de oráculo, ha dicho que el potencial del mercado chino es una razón para comprar acciones de Apple – en su caso por primera vez – a uno de los precios más bajos en dos años. Por su lado, Icahn ha vendido todas las que tenía porque, en su opinión, Cook debería dejar de arriesgar dinero en China.