¿No habría que pensar en un Airbus de los chips? La pregunta retórica de la comisaria europea Neelie Kroes – a cargo de la ´agenda digital´- sonará a cada cual según la valoración que tenga del proyecto aeronáutico europeo: un éxito de la cooperación industrial, para algunos; un permanente embrollo francoalemán, según otros. De lo que no hay duda es de que Airbus Industries es una empresa competitiva, y sin ella Boeing sería un monopolio. Ahora bien, tratar de imitar el procedimiento para revivir la mortecina industria europea de semiconductores, se antoja misión poco menos que imposible. En un año, la cuota de Europa en el mercado mundial ha perdido un 10%, y en cinco años se ha reducido a la mitad.
La única empresa europea que se codea con los grandes del sector es la francoitaliana STMicroelectronics, que ocupa la séptima posición en el ranking, con 8.000 millones de euros de ingresos en 2011; en un año, han caído un 7%, por lo que ya tiene a rueda a la americana Qualcomm, que sube como la espuma. Su problema, o uno de sus problemas, es que sigue un modelo de producción integrada, que en la industria de hoy sólo se puede permitir Intel (que factura cinco veces más). El modelo en boga son los “fabricantes sin fábrica” (fabless), que diseñan donde sea y contratan la fabricación de las obleas en Asia.
Falta inversión, es el diagnóstico de la asociación europea ESIA: “a falta de una trama de servicios auxiliares, las compañías contratan su producción allá donde esos servicios proliferan y son competitivos en precio”. Sépase que el año 2000, Europa compraba el 14% del equipamiento para esta industria peculiar; en 2011, la proporción ha sido poco más del 6%. ¿Alguien puede creer seriamente que, en este contexto, Europa podría un día competir con Taiwan, Corea o China?,