Durante muchas semanas, se dio por seguro que los nuevos modelos de iPhone y el futuro smartwatch de Apple llevarían pantallas de zafiro sintético. Al final no ha sido así, y los problemas financieros (o algo más) del proveedor de ese componente han llegado hasta los tribunales, desvelando una mínima parte de los secretos de la cadena de suministros de Apple. La reconstrucción de la historia de los acuerdos con la compañía GT Advanced Technologies (GTAT) se remontan hasta el 2013: Apple aceptaba aportar varios cientos de millones de dólares para que su proveedor pusiera en marcha una factoría en Arizona. Por alguna razón, las cosas se torcieron, y Apple habría llegado a la conclusión de que GTAT no cumpliría su parte del contrato, por lo que postergó un cuarto pago, de 139 millones, que debía haber hecho en abril [lo desembolsado efectivamente sumaría más de 400 millones, pero las partes no lo van a confirmar, por la cuenta que les tiene].
A principios de septiembre, casi coincidiendo con el lanzamiento del iPhone 6, GTAT presentó en un juzgado la documentación para ponerse bajo la protección del capítulo 11 de la ley estadounidense de quiebras. Es, para entendernos, una variante de nuestra ley concursal, por la cual la empresa quebrada puede continuar su actividad bajo supervisión judicial, y queda paralizado el impacto material de su pasivo.
Esta circunstancia sería rutinaria, una noticia más de tribunales, si no fuera porque GTAT echa la culpa de su desgracia sobre Apple, por imponerle condiciones «opresivas y gravosas». Ahí deja de ser rutinaria: para demostrarlo ante el tribunal, ha presentado documentación cuya aparición en la prensa podría ser perturbadora para Apple, cuyos abogados han comparecido ante el juez para pedir al juez que retenga la información en aquello que le afecta, o sea el meollo del asunto.
La revelación podría abrir al conocimiento público las condiciones contractuales entre Apple y sus proveedores, que es precisamente lo que trata de impedir. A menudo, algunos de esos proveedores han dejado caer que las condiciones que se les imponen son leoninas, porque les obliga a sacrificar sus márgenes para que Apple engorde los suyos. Un motivo al parecer insuficiente para romper con tan importante cliente.
Un relato extraoficial de los hecho apunta que GTAT, apremiada por Apple –que necesitaba planificar las entregas – para cumplir en cantidad y calidad, se metió en un jardín al instalar hornos experimentales que resultaron no cumplir los requisitos firmados. Esta sería la razón por la que el iPhone 6 lleva pantallas Gorilla Glass como sus antecesores, y por la que el Apple Watch no podrá llegar al mercado hasta 2015.
Es un impedimento grave para Apple, porque no tiene proveedores alternativos capaces de satisfacer sus exigencias: si los hubiera, no habría accedido a esa extraña fórmula de financiar una actividad en la que GTAT no tenía experiencia (su especialidad son los componentes para paneles solares). Esto puede deducirse de la declaración oficial de Apple en la que manifiesta su preocupación por el empleo en Arizona.
Así las cosas, se plantean dos cuestiones interesantes. Una es la posibilidad de que Apple acabe quedándose con la fábrica de GTAT, como modo de asegurarse un suministro que sería vital si, efectivamente, el diseño de algunos modelos de Apple Watch (no todos) contempla el uso de zafiro sintético. Sería ajeno a su política de no invertir directamente en la producción de los componentes que utiliza, pero como ya está metida financieramente, quizá no tenga más remedio que tomar el control operativo y seguir invirtiendo. La segunda cuestión es una incógnita: ¿qué consecuencias tendrá el episodio para ciertos competidores de Apple que, temiendo quedarse rezagados, se pusieron a la labor de buscar fuentes de suministro de zafiro? ¿Las habrán encontrado?