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  17/06/2013

17Jun

No estoy muy seguro de que el escándalo de vigilancia electrónica que ha estallado en las últimas semanas haya que adscribirlo a la noción orwelliana de Gran Hermano en 1984, sino más bien a Un Mundo Feliz, que Aldous Huxley escribió como sátira de una obra de H.G.Wells, en la que el novelista fabiano pronosticaba el hartazgo de las masas. Todos se quedaron cortos en el tránsito de la la utopía a la distopía. Mis lejanas lecturas apenas me permiten recordar que los ciudadanos descritos por Orwell estaban derrotados y resignados a su suerte, mientras a los de Huxley cabría aplicarles el adjetivo de aborregados. Aunque mi memoria literaria es imprecisa, la diferencia es importante… y de actualidad.

Puedo suponer que sólo una parte infinitesimal de los datos que circulan por las redes contiene algún valor como información, pero que sólo una minúscula fracción de esta corresponderá a los objetivos de seguridad que se esgrimen como argumento. Hasta llego a imaginar el difícil dlema ético/mercantil/patriótico de los directivos de las empresas que han colaborado con los vigilantes. El escándalo pasará, ya vendrán otros, pero dejará un poso – salvando las distancias con el siglo de Orwell y Huxley – en la actitud de la gente.

No me refiero a los apasionados por las redes sociales ni al uso desaforado del whatsapp, incluso en sus manifestaciones más bobas. Estoy pensando en la adopción facilona que hacemos de eslóganes y tópicos, en los refritos dictados por el marketing, que los periodistas tendemos a reproducir acríticamente. Un ejemplo al pasar: ¿Alguien ha reparado en que al usar y abusar del fetiche del ´emprendedor´ – bonito tema para otro día – está presentando un embeleco como (falsa) panacea contra la destrucción del empleo y de otros ´valores` de nuestra sociedad. Por mimetismo, me temo. Hace cosa de un mes me apunté a un grupo de discusión sobre uno de los temas que trato habitualmente, y desde entonces me he encontrado con que no hay tal debate: es sólo un tablón de anuncios, sólo que en lugar de difundirlos las empresas lo hacen por ellas sus empleados a titulo individual. ¿Sirve de algo?

Por cierto, de los comentarios que he recibido a propósito de mi post sobre Big Data, he escogido dos que quisiera compartir con el resto de los lectores. Uno avisa amistosamente «¡cuidate de morder la mano que nos da de comer!» (sic), pero el otro tranquiliza: «me ha gustado y agradezco tu comedido atrevimiento con un asunto que para muchos de nosotros es simplemente un mensaje que transmitir».


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