Han pasado cinco meses desde la oferta de compra de Dell sobre EMC, pero la operación se ha complicado y hoy sería difícil encontrar quien se atreva a afirmar que la operación llegará a buen fin. Bueno, alguien sí: William Green, consejero de EMC, decía la semana pasada que «sólo la voluntad de Dios podría impedirlo». Conviene recordar que aquel 12 de octubre, lunes, la acción de EMC cotizaba a 28,72 dólares tras una subida motivada por los rumores de que algo se estaba cociendo. Desde entonces no ha vuelto a alcanzar ese nivel, y el 12 de febrero, viernes, cotizaba a 24,13. No es el problema principal, porque a los accionistas de EMC se les habían prometido 24,05 dólares en efectivo.
El verdadero problema está en el complemento que iban a recibir gracias a la imaginativa fórmula de una acción «de seguimiento» vinculada al 80% de participación de EMC en VMware: su valor real a día de hoy sería inferior a 24,05 dólares, lo que significa que esa pieza esencial para convencer a los accionistas, en la práctica no vale nada. En consecuencia, el precio que en su día fue pregonado como referencia, 67.000 millones de dólares, ya no responde a la realidad: EMC tenía el viernes pasado una capitalización bursátil de 47.000 millones.
Michael Dell y el fondo de inversión SilverLake confiaban en financiar la transacción vendiendo activos y contrayendo deuda por una cifra de entre 40.000 y 50.000 millones. Cinco meses después, el cambio en la ecuación de valor, agravado por la situación imperante en los mercados financieros, amenaza con disuadir a los inversores de respaldar la compra prestando su dinero.
Aunque Michael Dell calificara en su día a VMware como «joya de la corona» de EMC, la evolución de sus acciones ha ido a peor. Aquel 12 de octubre cotizaba a 72,27 dólares, y el viernes pasado había caido a 45,01 dólares, un 38% menos. Si se comparan ambas trayectorias con el índice S&P 500, a EMC le ha ido mejor y a VMware peor.
En fin, que si el invento de la tracking share no fuera aceptable para los accionistas de EMC, y ya que la empresa vale un 30% menos de lo que valía, la oferta bien podría colapsar. No por voluntad divina sino porque los compradores no tienen dinero suficiente ni cómo conseguirlo. Presten atención: Joe Tucci, chairman y CEO de EMC, ha recordado, como sin darle importancia, que está pactada una penalización para la parte que deshaga el acuerdo.
Algunos analistas dicen por lo bajini que los inversores – sus clientes – han perdido interés en la propuesta. Desde luego, el ambiente no ayuda: Symantec ha tenido que bajar de 8.000 a 7.000 millones el precio pactado por la venta de Veritas al fondo Carlyle.
Por otro lado, Dell no ha podido todavía vender los activos de Perot Systems, que adquirió en 2009 y por la que esperaba recibir 5.000 millones de dólares. Durante semanas negoció con la francesa Atos, que al final se descolgó. Ha cogido el relevo otra candidata, la japonesa NTT Data [en España, propietaria de Everis] pero es improbable que el precio sea el previsto por el vendedor.
No han faltado las turbulencias operativas. Los despidos decididos en EMC y en VMware, para recortar costes antes de la consumación de la venta, no son precisamente un estímulo moral para la tropa. La incertidumbre está afectando las ventas de EMC, que bajaron un 4% el pasado trimestre. David Goulden, su número dos, se ha sincerado: «los clientes no compran lo suficiente ni a tiempo».
VMware mantiene el discurso, y ha publicado resultados trimestales sólidos: un 10% de aumento en los ingresos que, si no fuera por el impacto cambiario, habría sido de dos puntos más. Pero ha preferido recortar hasta en un 4% sus previsiones para 2016, que Pat Gelsinger, CEO de la compañía, ha definido elípticamente como «año de transición».