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  17/06/2020

17 de junio, 2020

Desconozco las razones por las que Laurent Paillassot deja de ser consejero delegado de Orange España y abandona la compañía. Lo digo de entrada, en respuesta a los lectores que me han preguntado. Además, en este newsletter de hoy me detendré sólo de pasada en la filial española del antiguo ´incumbente` francés. Hecha la advertencia, resulta llamativo que para sustituir a Paillassot – quien, por cierto, se expresa correctamente en español – Orange haya escogido a Jean-François Fallacher, hasta ahora responsable de su exitosa filial polaca, pero al parecer no ha encontrado a quién enviar a Varsovia.

En poco tiempo, Orange España ha pasado de ser la niña bonita del grupo a la incómoda figura de patito feo. En la presentación de resultados del 30 de abril, el CEO del grupo, Stèphane Richard, los resumió así: “nuestros ingresos del primer trimestre [10.400 millones de euros] han crecido el 1%, impulsados por la tendencia positiva en todos los mercados excepto España”. En efecto, todos los indicadores de la filial española han sido nuevamente negativos, en especial los ingresos por servicios minoristas. que cayeron el 4,6%; con una sola excepción positiva, los ingresos mayoristas (+4,8%) que Richard calificó de “barrera contra la volatilidad económica”.

Durante la conferencia con analistas, la segunda pregunta fue sobre España. Paillassot admitió el rezago de las distintas marcas de Orange para ganar volumen en el segmento de bajo precio, en un mercado polarizado por el crecimiento del cuarto operador MasMóvil, principal fuente de ingresos mayoristas. Entre las marcas low cost de Orange y la marca low cost que alquila la red de Orange, los usuarios se decantan por la segunda. He ahí el dilema estratégico que heredará Fallacher: qué tipo de operador quiere ser Orange España, en un momento convulsionado por la OPA sobre MasMóvil y la irrupción de Virgin Telco, marca nacional de Euskaltel.

Sean cuales sean los motivos, la marcha de Paillassot forma parte de una reorganización de la cúpula corporativa anunciada por Stéphane Richard días antes de una junta general en la que previsiblemente tendrá que responder preguntas sobre su iniciativa Engage 2025, que presentó el año pasado y ha merecido críticas a su presunta falta de ambición. A priori, quienes expresan esta opinión defienden una actitud más expansiva y ponen de relieve que en los últimos años el crecimiento ha sido puramente orgánico.

A Richard, CEO desde hace diez años, le quedan aún dos de su tercer mandato. En 2022 tendrá 61 años y sería vano esperar que diga ahora si renovará. En la renovación del comité ejecutivo no se ven indicios de un plan sucesorio, salvo – quizás, quizás, quizás – la promoción de Marie-Noelle Jégo Laveissiere que pasa de ser directora de innovación a supervisar las operaciones europeas, hasta ahora una responsabilidad accesoria del CFO, Ramón Fernández.

Llega muy oportunamente una entrevista de Les Echos con Stéphane Richard. Admite que es el momento para saltar sobre las oportunidades que se presenten en la escena internacional, especialmente en África. De un tiempo a esta parte se habla de que Orange podría extenderse más allá de los países francófonos para entrar en Nigeria (un mercado enorme y muy complejo) y Sudáfrica (mucho más estable). En un rasgo de sinceridad, el CEO ha dicho que puede haber novedades en los próximos meses.

Por el contrario, dijo, “no tenemos ningún proyecto de ir a un país nuevo para Orange en Europa”, pero “estamos atentos a la evolución de aquellos en los que tenemos presencia, particularmente Rumania y España”. El mercado español está agitado por la OPA de varios fondos sobre MasMóvil: “Orange no está en condiciones de hace una contraoferta [pero] estaremos atentos a todos los escenarios posibles que permiten sacar ventaja de una eventual recomposición del mercado”.

La entrevista tiene otros componentes de interés. Por ejemplo, le parece bien que la subasta de espectro se celebre en la segunda mitad de septiembre, en lugar de fin de año, como pedían dos competidores, pero a la vez pone en duda la urgencia de acelerar los despliegues: “iremos a nuestro ritmo, sin precipitarnos”. Hasta mañana

Norberto


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