Consumatum est. Once meses tuvo que esperar Michael Dell el día de ingerir EMC: tras la aprobación final del gobierno chino (comunicada el 30 de agosto), EMC ha pasado a integrarse en Dell Technologies. La digestión podría llevar más o menos tiempo, dependiendo del ritmo en que se eliminen redundancias, entre las que hay que contar el recorte de 3.000 empleos. En teoría, ha nacido una empresa con una facturación de 74.000 millones de dólares, que será la más grande del sector TI con la peculiaridad de que no cotizará en bolsa. Aunque no se puede descartar un retorno a Wall Street, como recurso para aligerar la deuda de 40.000 millones de dólares que han contraído la family office de Dell y su socio el fondo de inversión SilverLake.
De principio a fin, la operación ha sido inusualmente compleja por dos razones esenciales: 1) la ingeniería financiera que ha tenido que montar Dell para concretar una compra valorada inicialmente en 67.000 millones de dólares y 2) la estructura bizantina de EMC, que hace años escogió ser una federación de empresas formalmente autónomas pero accionarialmente controladas por la matriz. Una expresión de esa complejidad ha sido la incertidumbre acerca del valor de unas acciones ´de seguimiento`, vinculadas a la evolución de la más importante de esas participadas, VMware.
Dell [Michael] ha bendecido el cierre de la operación con estas palabras: «con nuestra cadena de suministro, la fuerza de ventas y la escala que sumamos, estaremos muy bien posicionados en las nuevas áreas de las T.I como en las existentes».
Huelga decir que, tratándose de la fusión entre dos empresas con fuerte carga de legacy, la tarea no será fácil. Tanto Dell como EMC ha comprado activos para reforzarse en los negocios emergentes, pero cada una por su lado parecen haber llegado a la conclusión de que no era suficiente y por eso han cambiado de estrategia.
Escribe el colega Tim Pricket Morgan: «si algo necesita desesperadamente Dell, es construir una plataforma […] pero esto significa mucho más que sumar servidores, cabinas y switches además de software para gestionarlos». Fundamentalmente, necesitará una estrategia cloud, y para ello contará con VMware como pieza maestra. «Hace años – recapitula – Dell intentó construir su propia cloud, pero tuvo que echarse atrás. Por su lado, VMware ha seguido construyendo [no sin tropezar varias veces, esto es de mi cosecha] su propia oferta cloud en la que apoyarse […] Da la impresión de que Dell tratará de poner el acento en la venta de nubes privadas a las grandes empresas, pero el hardware convencional [el propio y el que hereda de EMC] es un negocio voluminoso pero no una fuente de crecimiento».
Sin estar obligada a hacerlo, por su condición de no cotizada, Dell [la empresa] desveló 24 horas antes de concretar la fusión sus propios resultados, que fueron recibidos sin emoción. Cerró el trimestre en julio con ingresos de 13.100 millones de dólares (aumento interanual del 1%), y un beneficio operativo de 63 millones, que corrige la pérdida de 103 millones un año antes. A esa fecha, disponía de una tesorería de 7.500 millones de dólares, que en buena medida se origina en las desinversiones con las que ha reunido capital para afrontar la compra de EMC.
La oferta de la compañía integrada abarcará PC, servidores, almacenamiento y networking, que conforman lo que Dell [Michael] llama ´las áreas existentes` de las T.I. Para ayudar a financiar la operación, se ha desprendido de activos de software y servicios. También EMC ha soltado lastre [casi a última hora ha vendido a la canadiense OpenText su división de gestión de contenidos, a cambio de 1.600 millones de dólares]. Hay un evidente solapamiento en segmentos como seguridad y almacenamiento, pero al parecer coexistirán durante un tiempo, para no confundir a la clientela. Por otro lado, Dell Technologies acumula valiosas propiedades que le permiten aspirar a ser una potencia en ´las nuevas áreas` a las que alude su fundador: Pivotal, Virtustream y, fundamentalmente, VMware.
La más explícita declaración de respeto por la singularidad de VMware la dio Michael Dell al compartir un simulacro de diálogo con Pat Gelsinger en la reciente edición de VMworld en Las Vegas [volverán a escenificarlo, previsiblemente, en Barcelona a mediados de octubre]. No dijo mucho, la verdad, pero dejó este mensaje: allí donde sea posible y corresponda al deseo de los clientes, los servidores Dell llevarán preinstalado vSphere. Otra muestra del mismo talante fue la aceptación pública de los lazos muy estrechos entre VMware e IBM. Asimismo, los acuerdos con HPE [desde siempre la némesis de Dell] y Lenovo se mantendrán, pero Dell presume de poder competir con una integración más profunda.
En el escenario de Las Vegas, parecía reinar la armonía. Mientras Gelsinger ratificaba su autonomía, a la vera de su nuevo accionista de control, Michael Dell hilvanaba una letanía de ejemplos con los que abonar la imprescindible convivencia, dejando este corolario: «el ecosistema abierto de VMware es un factor crítico para el éxito de Dell Technologies».
Uno de los próximos pasos será prescindir de 3.000 puestos de trabajo, un 2% del total con el que arranca la integración entre Dell y EMC. La agencia Bloomberg atribuye a un portavoz el cálculo de 1.700 millones de dólares en ahorro neto de costes, añadiendo esta coletllla: «haremos todo lo posible por minimizar al impacto sobre el empleo». Dicho lo cual, puesto que la empresa no cotiza, tiene todo derecho al hermetismo.