De pronto, la adquisición de O2, filial británica de Telefónica, por el grupo grupo Hutchinson, que se creía despejada, aparece ensombrecida por lo que está ocurriendo… en Dinamarca. En Bruselas circula la especie de que Margrethe Vestager, comisaria europea a cargo de la cartera de Competencia, es más dura que su antecesor Joaquín Almunia. Un juicio elemental – y pelín sexista – que se esgrime ante las primeras decisiones de Vestagher en relación con el sector de las telecomunicaciones: las restricciones impuestas a la compra de Jazztel por Orange y las objeciones a la fusión de las filiales de Telia Sonera y Telenor en Dinamarca, cuyo resultado ha sido que las compañías renunciaran al intento.
«Las discusiones con la Comisión Europea han alcanzado un punto en el que no es posible para nosotros seguir adelante con la operación», dice el comunicado de las operadoras sueca y noruega difundido el viernes 11. Por su lado, un portavoz de Vestagher ha dicho que «es obligación de la DG Comp asegurarse de que ninguna fusión reduzca la innovación ni eleve los precios al limitar las opciones de los consumidores […] En este caso concreto, basándonos en los análisis de nuestros servicios técnicos, estamos convencidos de que la operación sólo podría autorizarse con significativas correcciones».
El contratiempo desbarata las esperanzas de que la nueva Comisión Juncker fuera más comprensiva hacia la consolidación de operadores, y tiende una nube sobre dos transacciones pendientes de aprobación: la antes mencionada en Reino Unido, y la fusión en Italia de 3 (Hutchinson) y Wind (controlado por la rusa Vimpelcom). Mientras este enredo no se aclare, es improbable que se planteen otros movimientos de concentración entre telecos europeas, que muchos consideran imprescindible para estimular la inversión en el sector.
La comisaria Vestagher, de nacionalidad danesa, ha declarado que el número idóneo de operadores en Dinamarca debería ser cuatro. Un argumento discutible porque las filiales de Telia Sonera y Telenor – segundo y tercera en ese mercado – comparten la misma red bajo una sociedad conjunta y comercializan sus servicios con marcas separadas. Lo que significa que la fusión no se hubiera reducido de cuatro a tres el número de redes: en Dinamarca hay tres redes, cuatro operadores – los otros son el incumbente TDC y el pequeño HI3G, participado por Hutchinson – además de cuarenta virtuales. Esto, en un mercado de 5,5 millones de usuarios [no mayor que el de una metrópolis europea] a repartir entre 4 concesionarias de espectro y 40 virtuales. El precio medio al usuario final es de los más bajos del continente.
Ninguno de los operadores que han entrado al mercado danés tras la liberalización ha conseguido ser rentable: Orange tiró la toalla al vender sus activos a Telia Sonera, y HI3G tardó una década en tener cash flow positivo. La semana pasada, Telia Sonera y Telenor han avisado que a la vista de los obstáculos, van a cancelar proyectos de inversión en el país.
Según el consultor John Strand (que vive en Copenhague, por cierto), «irónicamente, lo que está a punto de ocurrir en Dinamarca es lo contrario de lo que teme Vestager: los precios subirán, no por culpa de una fusión sino por la falta de fusión».
Una interpretación que conecta con la primera frase de este texto apunta a que Vestager – ex ministra de casi todo en Dinamarca – quiere evitar que sus compatriotas la vean como «blanda» ante los intereses suecos y noruegos. Sin hilar tan fino en los patriotismos nórdicos, su postura puede entenderse como un aviso a la industria a la vez que un anticipo de los problemas que esperan a Google , el expediente más engorroso que ha heredado de Almunia.
Hay otra derivada interesante: la aparente falta de sintonía dentro de la CE entre Vestager y sus colegas Andrus Ansip (Mercado Único Digital) y Gunther Oettinger (Economía y Sociedad Digital). Ansip es de jure responsable del mercado de telecomunicaciones, pero Vestager ejerce de facto una influencia decisiva como vigilante de las reglas de competencia. Esta especie de esquizofrenia normativa fue un tema de conversación durante el reciente encuentro de las telecos en Santander, pero algún falso pudor hizo que no aflorara en público.