Alejandro B. me escribió anoche, para opinar que con mi comentario sobre la economía alemana me he pasado a la crónica política que, según él, “es incompatible con un análisis sosegado del sector”. Veo lo que este lector espera de mí, pero no estoy de acuerdo, sinceramente. Acabo de releer mi comentario y no creo haber cruzado esa supuesta frontera. Con todos mis respetos: los directivos del sector a los que trato con asiduidad, se muestran muy preocupados por el impacto que las decisiones económicas tiene sobre su actividad profesional y los resultados de sus empresas. ¿Por qué no habría de estarlo yo, como analista que se tiene a sí mismo por sosegado?
Se me ocurre relacionar esta reflexión con el caso de Meg Whitman, CEO de HP y protagonista de mi post de ayer. Es conocido que dejó la presidencia de eBay para presentar su candidatura a la gobernación de California por el partido Republicano, y que meses después de perder esas elecciones ante el demócrata Jerry Brown, aceptó el reto de rescatar a HP de una situación complicada. Ambas vocaciones son compatibles, como lo demuestra su notorio apoyo a la candidatura presidencial de Mitt Romney, que fuera su mentor en Bain, al comienzo de la carrera de Whitman. Las aportaciones económicas de Whitman a la campaña republicana son públicas, como lo son las de otros directivos del sector a la candidatura de Obama (o a ambas a la vez). A nadie, que yo sepa, se le ha ocurrido objetar este rasgo de la democracia americana, mientras sea transparente y legal.
El otro día, estando en Shanghai en una presentación de HP, una colega china, por cierto muy enterada para ser veinteañera, me preguntó si yo creía que la señora Whitman – en el estrado en ese momento – compartía las críticas republicanas a China y, en tal caso, si podrían afectar los planes de HP en ese país, en caso de victoria de Romney en noviembre. Lo ignoro, y no había a mano ningún periodista estadounidense a quien trasladar la pregunta, por lo que no supe responder. Pero puedo imaginar que la señora Whitman sabrá cómo actuar para que el ejercicio de sus derechos como ciudadana no comprometan a la empresa que dirige. ¿Acaso sería mejor empresaria si fingiera apoliticismo?