Tiene guasa que el Wall Street Journal se pregunte si Huawei es hoy una compañía «menos china» que hace un año. Guasa porque este diario ha sido uno de los que con ahinco ha propagado la denuncia sobre los peligros que para las compañías estadounidenses tendría confiar su equipamiento tecnológico a esta empresa, precisamente por su nacionalidad. Es sólo un titular calculado para contar a los lectores que Huawei ha fichado a Colin Giles, australiano y durante años presidente de Nokia en China, como vicepresidente de productos de consumo.
En la práctica, este puesto le daría una alta responsabilidad sobre el marketing de los smartphones de la marca, a las órdenes de Richard Yu, a quien la compañía describe como chairman (sic) de la división Devices. En 2012, las ventas de móviles de Huawei crecieron un 60%, incluyendo unos 32 millones de smartphones. En recientes declaraciones, Yu dijo de Apple que «se ha quedado dormida» y del Galaxy S4 recordó que «está hecho de plástico».
La sorpresa por el fichaje es muy relativa: primero, porque Giles conoce muy bien los negocios en China (habla mandarín con fluidez) y, segundo, porque en la segunda línea de Huawei hay otros occidentales en puestos de no menor relieve. El año pasado, contrató a CT Johnson, experto en finanzas corporativas que antes trabajó para Ericsson y ahora es la mano derecha de la directora financiera Cathy Meng, hija del fundador de Huawei, Ren Zhengfei. Más recientemente, John Suffolk – ex CIO del gobierno británico – fue nombrado cybersecurity officer con la misión de disipar suspicacias en esa materia.
Otros ejecutivos occidentales de alto rango son el americano Scott Sykes y el alemán Roland Sladek, ambos con rango de vicepresidente a cargo de las relaciones con los medios internacionales [según sus perfiles en LinkedIn, el primero proviene de Alcatel Lucent, y el segundo de ST Ericsson] Habrá sin duda más fichajes en los próximos tiempos, porque Huawei necesita construirse una reputación de cosmopolitismo y transparencia, dentro de lo que cabe. De ahí a suponer que por ello será «menos china» hay un abismo retórico.