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  14/05/2012

14May

Pensaba escribir un breve comentario sobre China, tirando de las impresiones de un viaje que ha sido demasiado breve, pero lo dejaré para otro día. En Alemania también pasan cosas que, con toda seguridad, nos interesan prioritariamente. Sin reconocerlo explícitamente, el gobierno de Angela Merkel, que marca el paso al resto de Europa, parece a punto de cambiar el suyo. En una entrevista al semanario Focus, el ministro Wolfgang Schäuble decía algo sorprendente: “no veo problemas en que los salarios alemanes aumenten más que en el resto de los países europeos”. Alemania perdería un poco de su competitividad – admite- pero contribuiría a reducir los desequilibrios dentro de la UE. El contexto, siempre hay que mirar el contexto: el poderoso sindicato metalúrgico multiplica las huelgas para reclamar un aumento del 6,5% en los salarios de 3,6 millones de trabajadores, y el que representa a los empleados de servicios ya ha firmado un convenio con el 6,3% de aumento. Al ortodoxo liberalismo del gobierno de la señora Merkel no le parece mal una reactivación del consumo.

Las reformas introducidas por Gerhard Schroeder en 2002, y continuadas por Merkel, nunca han sido tan drásticas como las recetas que Alemania prescribe a los países mediterráneos. Pero hay motivos para pensar que sus efectos se desvanecen poco a poco. Entre 2004 y 2009, el ingreso medio por asalariado se contrajo año tras año, y aunque algo ha mejorado desde 2010, el mercado interior no repunta. La tasa de desempleo es del 6,8% de la población activa, pero que nadie se apresure a sacar conclusiones: en abril sólo se han creado 19.000 nuevos empleos, una cifra decepcionante… para un país como Alemania.

En opinión de economistas de los respetados institutos de análisis económico del país, son síntomas de vulnerabilidad del modelo económico alemán, que se apoya excesivamente en el superávit de comercio exterior. Como el 40% de las exportaciones alemanas van a países del euro, quizás Merkel y Schäuble podrían permitirse un poco menos de dogma. Una recesión técnica acecha en el horizonte, a menos que Estados Unidos y China compensen lo que el resto de Europa está dejando de comprar. El viejo tópico de la locomotora de Europa también tiene contradicciones.


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