Vuelve a hablarse de una combinación entre Vodafone y Liberty Global en Europa. No es un bulo. Ambas partes confirman la existencia de conversaciones, de lo que se deduce dos desenlaces: o bien el acuerdo es inminente o es imposible. Porque llevan más de dos años activando y desactivando la negociación. En el Mobile World Congress 2015, Vittorio Colao, CEO del grupo británico, comentó a la prensa que «un intercambio de activos» con Liberty Global tendría mucho sentido. No pasó nada más aquel año, al parecer por discrepancias en la valoración de los activos en cuestión .
Pero en 2016, los dos grupos unieron sus operaciones en Holanda bajo la marca Ziggo, y Colao describió la fusión con una metáfora inverosímil: «es como juntar a Messi con Cristiano Ronaldo». Meses más tarde, Liberty vendió a Deutsche Telekom su filial austríaca por 1.900 millones de euros, acto que extrañamente fue interpretado como un gesto que facilitaría el acuerdo con Vodafone.
Este enero, tras presentar los resultados de su tercer trimestre, Colao ya no habló de «intercambiar activos» sino de «comprar activos» en ciertos mercados continentales donde la actividad de los dos grupos se solapa: Alemania, Hungría, República Checa y Rumania. Quedarían fuera del trato las posesiones de Liberty en Reino Unido e Irlanda (bajo la marca Virgin) y filiales menores en Polonia y Eslovaquia carentes de interés para el comprador.
Entre todos, sin duda el mercado más importante es Alemania, con diferencia. Para profundizar su estrategia convergente en este país, Vodafone sumaría 7,2 millones de usuarios de telefonía fija – la mitad en banda ancha – a los 6,3 millones con los que ya cuenta. La aportación en telefonía móvil no pasaría de ser marginal, pero la guinda del pastel sería 6,4 millones de clientes de televisión de pago.
Analistas del sector creen saber que no habrá más noticias sobre la transacción hasta sondear la opinión del regulador germano Bundesnetagentur. Entretanto, el Financial Times ha anticipado un precio hipotético de 14.000 millones de euros, que a primera vista parece bajo, si se tiene en cuenta que el ebitda que genera la filial alemana de Liberty es de 2.000 millones y un múltiple típico en el sector es de 10x. Cabe, por tanto, que se piense en una estructura financiera conjunta, que rebajaría el coste para Vodafone y esquivaría objeciones del regulador. A priori, Deutsche Telekom no se opondría al acuerdo entre sus rivales, tras haberse quedado con la filial austríaca de Liberty.
«Si Europa quisiera crear una alternativa real a los incumbentes – ha dicho Colao – la unión de Vodafone y Liberty es la mejor opción». La compra de activos de Liberty reforzaría la huella continental de Vodafone – aún le queda por resolver su debilidad en Reino Unido – pero conviene fijarse en el contexto.
Y ese contexto nos dice que hay una discrepancia de fondo en Europa entre los operadores a un lado y los reguladores a otro, en torno a la consolidación transfronteriza. Según los primeros, es imprescindible para financiar la inversión en infraestructuras, mientras que los segundos la ven como un perjuicio potencial para el consumidor. Estos días ha habido un episodio revelador: el operador danés TDC optó por aceptar la oferta de un fondo australiano al comprobar el desinterés de su vecino sueco Telia, que se abstuvo por temor al bloqueo de la Comisión Europea.
De concretarse, la transacción entre Vodafone y Liberty confirmaría la estrategia de Colao: no sueña con fichar a Messi y Cristiano, sino con algo posible en este mundo: conformar en Alemania un polo fuerte, capaz de competir mano a mano con Deutsche Telekom y derrotar a la un poco alicaída filial germana de Telefónica.
¿Competir en qué y cómo? En banda ancha, soportada por una potente infraestructura de cable y fibra e inversiones en la red 5G. No parece, en cambio, que Vodafone tenga intención de meterse en una batalla por los contenidos audiovisuales, como han hecho BT en Reino Unido y Telefónica en España. Ha dado marcha atrás en su plan de lanzar un servicio de TV de pago en Reino Unido para, en cambio, dedicar recursos a mejorar la red y el servicio a los usuarios, el problema más urgente que tiene en su país de origen.
Al respecto, sirve como lección es el caso de Orange, uno de los primeros operadores en meterse en ese jardín, que ofrece TV a 2,7 millones de clientes pero descree de la «seudo convergencia entre telecos y medios», en palabras de Ramón Fernández, CEO adjunto del grupo francés. Algo parecido ha dicho Tim Hoettges, CEO de Deutsche Telekom: «en vez de tratar de convertirnos en un Time Warner [obsérvese la ironía] vamos a desplegar tanta fibra como podamos».
Queda suficientemente claro por qué Colao está dispuesto a alguna forma de fusión. Lo que hay que preguntarse es por qué lo está John Malone, fundador de Liberty. Su mote, Cable Cowboy, dice mucho de sus métodos de negociación. Una de las diferencias entre los personajes es que el americano ha sido siempre proclive a endeudarse, mientras que el directivo italiano ha mantenido la deuda de Vodafone bajo control: 2,1 veces el ebitda.
Si de la opinión de los inversores dependiera el acuerdo, la acción de Vodafone escaló un 4,4% en Londres y la de Liberty un 3,2% en Nueva York, tras conocerse la noticia.