Entre los muchos y bien lubricados rumores que circulan en torno a Apple [recordemos que circulan porque se publican, y no a la inversa], ninguno es tan persistente, y a la vez tan elusivo, como el que se refiere a ese fantástico producto «que cambiará nuestra manera de ver la televisión». Han dado en llamarlo iTV, pero lo único que ha dicho Tim Cook es una frase anodina a la NBC: «cuando me siento a ver la tele en casa, es como si retrocediera 20 o 30 años; todo lo que puedo decir es que tenemos un intenso interés en la cuestión». Oportunas encuestas han confirmado que el 11% de los estadounidenses tendría un interés no menos intenso en disfrutar de un televisor con la marca de la manzana.
Es casi obvio que quienes ya poseen dos o tres pantallas de Apple se apuntarían a una cuarta. Pero no bastaría para transformar a Apple en un competidor de primera clase entre las marcas que hoy dominan el mercado mundial – Samsung y LG, entre ellas, que no es poco decir – y que cuentan con las ventajas de una extensa (e intensa) red de distribución mucho más allá de donde Apple podría llegar. La televisión es una industria de escala, y no es creíble que Apple se meta en ella sólo para ofrecer un televisor diferente a los existentes. Para superar su propia esfera demográfica, tendría que tener al menos dos atributos: a) un software revolucionario, y b) pactos semiexclusivos con los dueños de los contenidos.
En un mercado en el que abundan las propuestas de SmartTV, supongo que el primero de esos atributos debería poner el acento en el componente «social», que no es precisamente un área en la que Apple haya acertado hasta ahora. El segundo atributo sería aún más complejo de cumplir, porque la fragmentación – cultural, lingüistica, económica, etc – de los mercados de contenidos hace improbable que Apple pueda plantear a este sector un pulso como el que en su día ganó a los desnortados sellos discográficos.
Con todo y con eso, el WSJ informaba el otro día que Apple ya está haciendo pruebas con prototipos desarrollados por socios asiáticos, aunque esto no implica que exista un proyecto formal. Entre los socios que identifica el diario neoyorquino están Foxconn y Sharp, cuya alianza industrial y financiera no termina de aclararse. A partir de ahí, correría uno el riesgo de empezar a desbarrar. Será mejor esperar que empiece a pasar algo concreto.