La noticia ha producido un titular casi unánime: Sony despedirá a 10.000 empleados, el 6% de su plantilla mundial. ¿Sorpresa? Ninguna: es lo que se esperaba del nuevo CEO, Kazuo Hirai, que se ha propuesta el retorno de los beneficios en su primer año, después de cuatro consecutivos de pérdidas. Lo realmente interesante, a mi juicio, es la decisión de reducir en un 30% el catálogo de televisores de la marca, como parte del esfuerzo por recortar los costes de una división que fue la estrella de la marca pero no gana dinero desde 2003. Es posible que, ante la situación deprimida del mercado, otros fabricantes también pongan coto a la inflación de modelos, pero para ninguno la medida tiene un dramatismo comparable.
La división de entretenimiento – a la que Hirai debe su ascenso – va bien, una vez asumido que ha caído del primero al tercer puesto en el ranking de ventas de consolas. Este es uno de los problemas de Sony: ya no es líder de ninguna categoría, y esta circunstancia desluce la herencia que encuentra el nuevo CEO, pero cualquier avance que consiga será un éxito personal. Otro anuncio notable es la voluntad de externalizar gran parte de la fabricación de sus productos, una tardía imitación del modelo que tan bien le ha salido a Apple, pero sólo a Apple.