Un comentarista la ha descrito como «una partida de ajedrez ultidimensional». Ignoro si tal cosa existe, pero la oferta de compra de Broadcom sobre Qualcomm, la más costosa de que el sector tecnológico tenga memoria, se hace más complicada cada semana que pasa. El último episodio – por ahora – ha sido la ´petición` de un organismo federal estadounidense para que Qualcomm postergara su junta de accionistas, que debía reunirse el 6 de marzo, con el fin de dar más tiempo a investigar las implicaciones de la operación para la seguridad nacional.
Es la primera vez que el CFIUS (Commitee on Foreign Investment in the US) integrado por funcionarios de los departamentos del Tesoro y de Justicia, interviene de oficio antes de que las partes hayan encarrilado las negociaciones y esto ya indica la urgencia del motivo.
El argumento del CFIUS tiene un sesgo muy claro: confirma que la industria de semiconductores se ha convertido, políticamente, en campo minado. Dice: «La reducción de la competitividad tecnológica a largo plazo de Qualcomm tendría un impacto significativo sobre la seguridad nacional de Estados Unidos […] el debilitamiento de su posición abriría las puertas para la expansión de la influencia china sobre la estandarización de 5G. Gracias al continuo incremento de sus presupuestos de I+D, compañías chinas, entre ellas Huawei, acumulan el 10% de las patentes esenciales relacionadas con 5G. Actualmente, Estados Unidos mantiene su relevancia en la definición de estándares, pero podría perderla a manos de China como resultado del vacío que podría crearse a través de una oferta hostil sobre Qualcomm.
La frase esconde una distorsión falaz: tras cerrar – pagando – un largo contencioso con las autoridades de Pekín, Qualcomm ha firmado acuerdos con los fabricantes chinos de smartphones – excepto con Huawei, mira por dónde – para que sean socios preferentes en las pruebas de chipsets 5G.
Al parecer fue Qualcomm, a finales de enero, quien se dirigió al CFIUS para sugerir una intervención unilateral: es llamativo que este lo hiciera a 48 horas de la junta de accionistas. De haber llegado tarde, habría dado tiempo a que Broadcom cambiara su domicilio en Singapur para retornar a jurisdicción fiscal estadounidense. Fundada originalmente en Estados Unidos y con su centro operativo real en San José (California), Broadcom optó por registrarse en Singapur para obtener ventajas fiscales. Si en mayo diera el paso inverso – como oportunistamente prometió su CEO, Hock Tan, al mismísimo Donald Trump – el comité ya no podría intervenir porque no se trataría de una inversión extranjera.
Broadcom no disimula su irritación, pero evita criticar a Washington: en cambio, acusa a Qualcomm de valerse del órgano federal para protegerse y eludir una «negociación sincera» de los términos de la fusión. La verdad es que los antecedentes de Tan alientan la suspicacia: en cada empresa de las que ha comprado desde que dirige Broadcom, ha procedido a desguazarla parcialmente para amortizar la deuda con la que ha financiado la adquisición. Si se relee el párrafo de CIUS, suena poco realista suponer que Tan piense en sacrificar precisamente aquello por lo que todo el mundo valora a Qualcomm, pero la advertencia se alinea con la política de la administración Trump, que ha bloqueado la entrada de Huawei a Estados Unidos.
Si el gobierno chino quisiera meter baza, tiene con qué. Es el único de los implicados que no ha dado luz verde a la compra de NXP por Qualcomm y la prensa asiática prevé que podría demorarla indefinidamente como réplica a la hostilidad estadounidense. NXP es una pieza suelta sin la que el puzle no encaja: está pendiente la aprobación final de sus accionistas tras elevar Qualcomm su oferta, pero se teme que si esta cayera finalmente en manos de Broadcom, la amalgama de las tres compañías difícilmente pasaría el filtro de la legislación antitrust. Como poco, tendría en vilo a sus integrantes – y a sus competidores – durante uno o dos años, con final incierto. Anticipando el riesgo, Tan se ha negado a elevar el monto de la penalización que Broadcom debería pagar si, por cualquier motivo, no llegara a cerrarse la transacción. Lo que no ha caído nada bien entre los accionistas de Qualcomm.
Los inversores tienen muchas cuentas que hacer y los analistas no acaban de ver las bondades de la oferta. Por esto, Broadcom se dedica a cortejar a los fondos Blackrock y Vanguard, dos de los accionistas principales. Cuando se reúna la junta, tendrán que decidir si incorporar seis consejeros propuestos por Broadcom, momento en el que podrá valorarse si la adquisición tiene visos reales de prosperar.
En este contexto, se ha conocido una maniobra extraña. Paul Jacobs, hijo del fundador de Qualcomm y reacio a aceptar la oferta, ha abandonado el puesto de presidente ejecutivo – manteniendo el de consejero – con lo que se pretende dar apariencia de ecuanimidad a la reacción ante la oferta. Lo sustituye como chairman un independiente que desde 2016 representa a otro fondo de inversión.
Las opiniones de terceros están divididas acerca de la probabilidad de la oferta de Broadcom. Se ha pasado de valorarla en función del precio a considerar los riesgos que plantea. Ahora mismo, prevalece la impresión de que el rechazo implícito del CFIUS la ha dejado malherida. Puede que Tan esté maniobrando para evitar el papelón y, quizá, volver a la carga más adelante. Si así ocurriera, el temor a una secuencia de obstáculos legales haría que los accionistas de la californiana rechacen los cantos de sirena de Broadcom: esto es lo que sugieren las cotizaciones de los últimos días: Qualcomm sube, Broadcom baja.
Hay otro actor que observa con vivo interés los acontecimientos: Intel. segundo fabricante de semiconductores del mundo [el primer puesto se lo ha arrebatado Samsung] . A Intel no le conviene en absoluto que Qualcomm se crezca, tanto da que sea por sus propias fuerzas o mediante una fusión: el conflicto con Apple ha dado a Intel la oportunidad de colarse como suministrador para smartphones.
Según el Wall Street Journal, Intel lleva tiempo elaborando un plan b: si Broadcom consiguiera controlar Qualcomm, tendría enfrente un rival de su talla (240.000 millones de dólares de capitalización) y tendría que responder con adquisiciones. Hasta aquí, nada de particular. Lo que aporta de nuevo la información es muy especulativo: en el caso de que la oferta colapse y Tan quede expuesto a la ira de sus accionistas, se le abriría a Intel la posibilidad de un intento de compra de Broadcomp. Intel ha desmentido al WSJ, que ya se había curado en salud al escribir que una operación de esa magnitud podría amenazar la salud financiera de Intel sin aportarle ventajas competitivas apreciables.