Imposible sustraerse a la realidad, hablar de tecnología cuando a tu alrededor todos hablan del rescate a España [“préstamo en condiciones muy ventajosas”, según el ministro Guindos]. De las opiniones que he leído, se desprende una intención de no dramatizar, de no hurgar en la herida. Se nos dice que no habrá más condiciones ni contrapartidas, una promesa que, vistos los antecedentes, sólo es creíble hasta las elecciones griegas. “Dulce rescate” (sic) titula ABC; “a medida de la banca”, lo califica Manel Pérez en La Vanguardia; “duro golpe psicológico”, escribe José Ignacio Torreblanca (El País).
Conviene no ensimismarse. Ya que tanto presumimos de que un mundo globalizado es lo mejor que nos ha pasado, no vamos ahora a retomar ahora la mirada aldeana. Lo ocurrido parece indicar que Europa ha decidido no suicidarse, rescatarse a sí misma procurando amortiguar la prolongada crisis financiera trasmutada en recesión. Eso sí, predicando tardíamente que la unión monetaria no era suficiente sin unión fiscal y sin un régimen común para la banca.
He reservado durante días dos textos premonitorios. Uno, de Martin Wolf: “[…[ ante tal conjunto de incertidumbres, el pánico resulta ser una actitud bastante racional. Una moneda única, respaldada por soberanías tan heterogéneas, es irremediablemente frágil”. Otro, la visión transatlántica de Robert Reich: “hasta ahora, EEUU ha evitado los recortes presupuestarios que han impulsado la recesión europea […] si Europa se propone configurar un mercado de trabajo similar al de EEUU y a la vez prosigue con la austeridad fiscal, probablemente obtendremos el peor resultado. La mezcla de salarios ´a la americana´ y austeridad europea es un cóctel diabólico”.