Llama la atención el interés creciente que en Occidente despierta el año nuevo chino. Un interés que tiene poco de folclórico, lo que es lógico al tratarse de la segunda economía del mundo, con ambición de ser la primera. Mientras millones de chinos vuelven por una semana a sus aldeas, y los festejos se extienden por Asia, aquí tenemos columnistas escribiendo sobre el «año de la serpiente», que empezó ayer. Pedro Nueno, que dirige una escuela de negocios en Shanghai, ilustraba a los lectores de su columna en La Vanguardia: «los chinos, que son optimistas, se lo han arreglado para darle un signo positivo. Han popularizado la leyenda de la Serpiente Blanca y asocian este año a la búsqueda del cariño y la felicidad. Nos lo podríamos tomar así: este año nos llevará a la felicidad».
En la tradición china, la serpiente no tiene la mala imagen que tiene entre nosotros – entre otras cosas porque ellos no cargan con el pecado original – sino que la asocian con la creación de riqueza. Los estadísticos pronostican para este año un 8% de crecimiento en China, que tal vez sea poco para su economía pero ya quisiera para sí cualquier país occidental. En las bolsas de Shanghai y Hongkong, los valores chinos están baratos por comparación a otros mercados, así que nadie se sorprenda si la serpiente nos prepara una burbuja para este año.
«Una buena serpiente – se exalta el profesor Nueno – tendrá que ser humilde, cuidadosa, eficaz, oportunista y sobre todo realista: va más allá de tener los pies en el suelo; tiene todo el cuerpo en el suelo». Sin compartir esa pasión por las metáforas, los analistas de CMC Markets se han hecho una pregunta directa: ¿qué ha pasado en años precedentes bajo la advocación de la serpiente? Sin ir más lejos, el último, 2002, pilló a China en medio de una crisis, pero fue una excepción (al fin y al cabo no lleva tanto tiempo integrada en la economía global). En el peor de los casos, esta peculiar teoría de los ciclos nos dice que el año del cerdo normalmente trae buenas noticias. Pero eso será en 2014.