11/04/2012

11Abri

Los suicidios del 2010 de varios trabajadores de la fábrica de Foxconn en Shenzhen ya son historia. En un doble sentido, porque realmente han cambiado la marcha de la industria electrónica, tal como en los años 90 las cosas cambiaron para Nike, tras las denuncias de uso de mano de obra infantil. Ahora se trata de otra marca célebre y celosa de su imagen, Apple: en una actitud que le honra, Tim Cook ha aceptado las conclusiones de una investigación independiente, ha viajado a China, y ha forzado otra actitud de su principal contratista.

Los generosos márgenes de Apple le permitirán soportar el impacto con más holgura que otras marcas que también utilizan los servicios de Foxconn y otras de su clase. Los activistas que denunciaron el caso han acertado al poner a Apple ante una contradicción flagrante. Cook ha decidido no escudarse, como hiciera su predecesor, en la excusa del cumplimiento de la legislación local. Bajo presión, Foxconn ha tenido que subir salarios, reducir horarios y mejorar las condiciones de trabajo. Siendo como es el mayor de los contratistas asiáticos de outsourcing electrónico, el efecto dominó se extenderá al conjunto de esa industria, cuya facturación suma unos 360.000 millones de dólares [100.000 millones más que hace cinco años, 80.000 menos que dentro de cinco), mayormente a “fabricantes” de Estados Unidos.

Apple ha salvado la cara, y seguramente cargará con una parte de los costes incrementales de Foxconn, pero otras compañías corren ahora serios riesgos de imagen. Y lo más probable es que tengan que ajustar sus cadenas de suministro y elevar los precios de sus productos. Es una gran oportunidad para llevar a la práctica la responsabilidad social corporativa que predican en casa pero durante años han ignorado fuera.


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