«Aspiracional» ha sido el adjetivo [no registrado en el DRAE] que más comúnmente se ha empleado para definir los productos de Apple. El Watch, presentado ayer en San Francisco sería un punto culminante de esa actitud. A diferencia de otros gadgets de la marca, concebidos de uno en uno y en versiones únicas, el Watch es un catálogo en sí mismo: tres versiones, once carcasas y dos tamaños. Su precio va desde los 349 dólares el más barato – Sport – a 10.000 dólares el de lujo.
Una cuestión que traía de cabeza a los analistas de mercado ha quedado desvelada: el smartwatch de Apple no es autónomo, sino que funciona asociado al iPhone a través de Bluetooth o WiFi. Se discutirá si esta condición permite afirmar que se trata de una nueva categoría o un apéndice para sacar más beneficio del principal y más rentable producto de la marca. Lo que no se podrá discutir es que, precisamente por esa circunstancia, nace con un mercado potencial ansioso.
Sus funciones impresionan: se puede activar por voz mediante el asistente Siri, y permite recibir todas las notificaciones transferidas desde el iPhone así como operar con el sistema de pagos ApplePay. Un analista escéptico había escrito la semana pasada: «desde el anuncio de septiembre, Apple ni siquiera se ha molestado en explicarnos qué razones harían que los consumidores deseen un Watch». Por fin se sabe: para añadir prestaciones complementarias al iPhone, confirmado así como el centro de gravedad de toda la estrategia de Apple.
Se ha hablado mucho del interés manifiesto de Apple en que este nuevo producto sea su puerta de acceso al mercado de la moda, estrategia que el pasado fin de semana defendía Jonathan Ive, jefe máximo de diseño desde los tiempos de Steve Jobs. El marketing ha hecho todo lo necesario para reforzar esa imagen fashion [verbigracia, el número de Vogue de este mes]. Con la aparición del Watch serán necesarios cambios en la línea comercial de Apple: por ahora, su venta estará limitada a las tiendas propias de la compañía en nueve países (no en España). Aparte, se dispondrá de áreas exclusivas en ciertas tiendas para clientes de altos vuelos.
El encaje exacto del Watch en la estrategia de Apple ya ha dado lugar a reflexiones que se van a multiplicar en los próximos meses. ¿Ha ido Tim Cook más allá de lo que había imaginado Steve Jobs? ¿Está decidido a convertir Apple en una lifestyle company con una esfera propia?
Horace Dediu, un analista cuya afinidad con Apple resultar a veces irritante, escribe que «tratar de comprender las intenciones de Apple es un ejercicio fútil, porque esta no compite en los mercados existentes sino que crea nuevos mercados». Aplicado al Watch, el razonamiento explica que la segmentación en términos clásicos del mercado al que presuntamente se dirige la novedad es irrelevante, porque cada segmento conocido está definido por un producto existente: «sería un error equivalente al cometido en 2007 por quienes clasificaron el iPhone adscribiéndolo al segmento de móviles tal como era entonces».
Por si los lectores de su blog no le hubiéramos entendido, Dediu recuerda que las tabletas existían, en medio de una indiferencia general, desde mucho antes de que Apple ideara el iPad, pero en la práctica este creó un mercado nuevo transformando una categoría existente. Su conclusión es que no deberíamos ver al Watch como competidor en el mismo mercado que los relojes suizos de primeras marcas ni tampoco en el de los wearables corrientes.
El ciclo de vida de un reloj de lujo es de una decena de años y, en realidad, el tiempo le añade valor. Esto no puede replicarse en el caso del Watch, que como todo gadget electrónico será obsoleto dentro de dos o tres años. Por no hablar de la corta paciencia demostrada por los usuarios de smartwatches basados en Android. A saber cuánto tardará Samsung en dar la réplica a su contumaz enemigo.