10/02/2016

10Feb

Periódicamente afloran noticias – o bulos, vaya usted a saber – según las cuales el grupo Vodafone estaría preparando una operación con Liberty Global, rama del conglomerado que controla John Malone, personaje cuyos modos en los negocios le han valido el apodo de cable cowboy. Se dijo primero que estudiaban una fusión corporativa cuyo valor eventual sería de 140.000 millones de euros. Hubiera sido un berenjenal incalculable. Pronto se dejó claro que el objetivo se limitaría a un eventual intercambio de activos, más plausible pero imprecisa.

Esta negociación – confirmada por las partes – se rompió a finales de septiembre debido a desacuerdos sobre la valoración de los activos en cuestión. El runrún reaparecería en diciembre, con el Financial Times como caja de resonancia, y se abrió otro paréntesis hasta que Liberty Global tomó la iniciativa de proponer la fusión de su filial holandesa Ziggo con la de Vodafone en ese país.

A primera vista, la Comisión Europea tendría pocos argumentos para vetar la operación, puesto que sus componentes son compatibles: Ziggo tiene 9,8 millones de clientes de cable, y Vodafone, con 5 millones de usuarios móviles, apenas suma 73.000 de banda ancha fija. El grupo de Malone, presente en 12 países europeos, tiene manifiesto interés en incorporar clientela móvil: el año pasado, adquirió el pequeño operador belga Base, y no se detendrá en el Benelux.

Todo parece indicar que, mediante una fusión de rango menor en Holanda, lo que buscan Malone y el combativo CEO de Vodafone, Vittorio Colao, es poner a prueba la actitud de la comisaria europea Marghette Vestager, antes de tirarse a una piscina más profunda. Si se atiende a los recientes movimientos del ajedrez regulatorio, tanto las autoridades nacionales como Vestager parecen estar mudando su preocupación hacia la vigilancia del mercado de banda ancha, más que seguir (que seguirán) discutiendo el reparto del mercado móvil. Por otra parte, cohabitar en Holanda podría servir a los novios para conocerse mejor antes de pasar a otros compromisos.

Porque, en realidad, Holanda – y otras combinaciones locales posibles allá donde ambas coinciden, que no es el caso de España — sería un ensayo del siguiente paso, el mercado británico. En plena fase de reordenación: la fusión BT-EE ha sido aprobada, mientras la compra de O2 (Telefónica) por Three ha sido rebotada a Bruselas, Vodafone ha quedado en posición incómoda. Vittorio Colao podría argumentar, en Londres y en Bruselas, que una fusión entre su red móvil y la de banda ancha de Virgin Media (propiedad de Liberty) no alteraría el equilibrio que dice buscar el regulador británico.

Después de las escasas cortapisas que Ofcom ha puesto a BT para quedarse con la antigua filial conjunta de Orange y Deutsche Telekom, cuesta imaginar qué objeciones podría oponer a que Vodafone y Liberty unieran sus activos británicos en una joint venture de alcance local. Como mucho, Malone seria forzado a desprenderse de su participación en la televisión ITV, que en su día compró para defenderse de Rupert Murdoch. Por cierto, acabo de enterarme de que los activos de Malone en los medios británicos valen más que los del magnate australiano, pero esta es otra historia.

Si tal fuera la intención de Colao y Malone – que no se sabe ni lo dirán – Europa dejaría de discutir acerca del número de operadores móviles aceptable, y el eje de la regulación se desplazaría a la convergencia de servicios. Es sólo una hipótesis pero, dando otra vuelta de rosca, podría reflejarse luego en Alemania, donde Vodafone y Liberty estarían dispuestas a crear el segundo operador convergente, relegando a Telefónica Deutschland pero sin tocar el liderazgo de Deutsche Telekom.

La idea de una combinación ulterior de todos los activos europeos de Liberty Global y Vodafone, tan atractiva para los analistas de la City, tendrá que esperar. Entretanto, los resultados de Vodafone en la región tienden a mejorar y su acción a subir en consecuencia (de algo habrán servido los rumores). Mientras los acuerdos no toquen el punto crítico, las finanzas, se puede hablar de todo lo demás, porque la diferencia es flagrante: Vodafone vive holgadamente desde que recibió 130.000 millones de dólares por desinvertir en Estados Unidos; Liberty, en cambio, se asienta sobre una montaña de deuda, lo normal para Malone.


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