A algunos, la noticia les parecerá banal y lejana. A mí, ni una cosa ni la otra, sino un síntoma de estos tiempos. IBM Corp. ha anunciado un cambio sustancial en su política de pensiones de personal [los que tributan en EEUU, unos 90.000], consistente en que, en vez de igualar la contribución empresarial con la del empleado en el momento de cada paga (semanal o mensual), lo hará en bloque el 31/12 de cada año. El monto se mantiene, pero sólo se abonará en la cuenta de quienes sigan en la plantilla ese día, y a quienes se hayan jubilado durante el ejercicio. Hay implícito un ahorro potencial no estimado sobre los 875 millones de dólares que IBM destina (la cifra es de 2011) a ese fin.
La decisión está relacionada con el apartado 401(k) de la ley del impuesto sobre la renta en EEUU, que ha sido la madre ideológica de las reformas de planes de pensiones propuestos en muchos países. Por lo general, se asocia su origen con la ola conservadora iniciada por Ronald Reagan, aunque en la práctica fue aprobada por Jimmy Carter, y desde entonces reforzada como uno más de los instrumentos que han favorecido la hegemonía de las entidades financieras [en todos los gobiernos, republicanos o demócratas, ha habido alguien de Goldman Sachs o Morgan Stanley cerca del presidente]. La clave de la 401(k) reside en que está diseñada para que las pensiones se inviertan en bolsa, y ahí reside el debate sobre la decisión de IBM: los expertos fiscales advierten que anula la práctica corriente del dollar-cost averaging, por la que los futuros pensionistas invierten en acciones y bonos a precios múltiples con intervalos regulares, para ponerse a salvo (relativamente) de los vaivenes bruscos. Además, se quejan, dejarán de ingresar intereses durante doce meses.
Históricamente, IBM ha sido considerada una empresa modélica por la generosidad de su modelo interno de pensiones, y adoptó tardíamente la fórmula de la 401(k), cuyo coste representa aproximadamente entre el 6% y el 9% de la paga de sus empleados. Se presume que el ejemplo sea imitado – con menos generosidad – por otras corporaciones, algunas de las cuales ya recortaron sus aportaciones en 2009, precisamente cuando la debacle financiera devoró una parte del ahorro de sus asalariados.
Sé muy bien que en España no tenemos nada parecido a la 401(k) y que, por fortuna, ya no está de moda defender el «modelo chileno», que se propugnaba en mis tiempos de cronista económico. Pero he notado que últimamente algunos catedráticos/columnistas – ya no tiene sentido predicar una reforma laboral más dura – han pasado a otra fase de su discurso: que el sistema de pensiones profundice en la sustitución del modelo de reparto por el de capitalización, con lo que se liberarían recursos para reactivar el crédito y promover el empleo (sic). ¿De dónde sopla el viento?