10/11/2020

10 de noviembre, 2020

Sería imperdonable no abrir la semana con un par de comentarios acerca del cambio drástico en la política estadounidense y sus consecuencias previsibles, tras los desastrosos cuatro años de Donald Trump. El triunfo de Joe Biden ha sido recibido con alivio por la industria de la tecnología, protagonista de este blog. Sin embargo, se equivocarían los ejecutivos de Silicon Valley si esperasen tener con Joe Biden una relación de complicidad parecida a la que disfrutaron con Barack Obama, tal como explica Richard Waters, corresponsal del FT en San Francisco. Antes de entrar en esas consideraciones, habrá que despejar la última incógnita pendiente hasta el 5 de enero: qué partido controlará el Senado.

@ The Times

El ejercicio de preguntarse qué hará Biden en sus primeros cien días resulta fútil. Tendrá mucho menos tiempo para hacer lo que esté en sus manos – con la ayuda de la Reserva Federal – de modo que la economía estadounidense sobreviva al colapso provocado por la pandemia y reencuentre las bases para una recuperación. Olvídense de los indicadores bursátiles y del discurso sobre la digitalización: pregúntense por qué 70 millones de ciudadanos han votado por un tipo como Trump. Desde el primer día, Biden tendrá que tomar medidas que rectifiquen la negación trumpiana de una pandemia cuyas víctimas aumentan sin pausa.

Tras ese elemental punto de partida, la templanza de Biden debería restablecer los puentes institucionales y revisar la errática política exterior de los últimos cuatro años. En muchas materias de su agenda, actuará como el antíTrump, pero en otras – como el zurcido de las relaciones con China – tendrá que moverse con suavidad y gradualismo: cuidar las formas pero no volver a la situación anterior.

La reacción, ayer, de Wall Street tiene varias lecturas. O, mejor dicho, refleja sentimientos duales de parte de los dueños del dinero. 1) Les gustaría que se materialicen cuando antes los estímulos fiscales para reanudar la actividad y proteger a los desempleados: el Congreso los hubiera aprobado pero Trump impuso a sus leales un bloqueo para negar a los demócratas esa carta de presentación. 2) Al mismo  tiempo, querrían que la administración Biden nazca con las manos atadas a la espalda para que no pueda subir los impuestos ni ampliar las regulaciones, que es lo que esta gente más odia.

En campaña, la candidatura de Biden y Harris se ha cuidado de hablar con claridad de sus planes para el sector tecnológico, consciente de que ya lo tenían seducido y que es un tema polémico dentro de su partido. Es verdad que los representantes demócratas han sido la punta de lanza de la investigación sobre las prácticas de las cuatro compañías bautizadas como Big Tech. En este molde se reconoce la inspiración de la senadora Elisabeth Warren. Por su lado, de la futura vicepresidenta, Kamala Harris, se dice que tiene una actitud más amistosa – en todo caso menos peleona – hacia un sector que conoce desde que fue fiscal general de California.

Las acciones de esas cuatro empresas estaban el viernes en máximos desde enero, lo que parece indicar que el mercado no teme actos hostiles por parte de la nueva administración, mucho menos de entrada. Sería muy contraproducente que el futuro titular del departamento de Justicia frenara la demanda antitrust contra Google, que fue iniciada por William Barr, perro de presa de Trump y respaldada por una docena de fiscales generales de otros tantos estados.

Es imposible en este momento saber qué piensa Biden sobre una partición de Google, que de eso trata la demanda. No era partidario durante la carrera por la candidatura, pero presidente deberá considerar otros factores: no sería razonable empezar su mandato desairando una propuesta de la izquierda de su partido.

China es una piedra en el zapato de Biden. Las medidas de Trump han llegado demasiado lejos para que se puedan arreglar en pocas semanas o meses. Entre otras cosas, por política interna: no regalar a los republicanos – y a una fracción importante de los demócratas – el argumento de su supuesta blandura ante Xi Jinping. Lo que le espera es buscar la manera de combinar la exigencia de que China respete las reglas internacionales y una disposición a revisar las sanciones vigentes, una especie de tregua que no recibirá ese nombre.

Paul Triolo, una de las cabezas pensantes de la consultora Eurasia Group cree factible que Biden preste oídos a la opinión de quienes – como Triolo – sostienen que las restricciones contra Huawei están consiguiendo lo contrario de lo que supuestamente pretendían. Socavan  la posición exportadora de la industria estadounidense a la vez que aceleran la estrategia china que persigue la autonomía tecnológica en ciertas áreas.

Un asunto en el que la administración demócrata y la oposición republicana podrían caminar juntos es la reforma de la llamada Sección 230 de una ley de 1996 que asegura inmunidad a Facebook, Twitter y Google contra las demandas originadas en contenidos generados por sus usuarios. Biden ha prometido rescindirla, pero la decisión final podría ser tibia. Una de las  objeciones que esgrimen los lobistas es que, dependiendo de cómo se reforme la Sección 230, los tres grandes tendrían forma de librarse, mientras los actores pequeños de Internet serían vulnerables ante una oleada de litigios prefabricados.

Los impuestos son y serán motivo de controversia. Biden ha prometido un aumento de siete puntos porcentuales en el impuesto de sociedades, que pasarían a tener una base del 28% [Trump los bajó del 35% al 21%]. Para las tecnológicas sería un problema menor, dada su habilidad para retorcer a su manera la ingeniería financiera. Lo que más les preocupa es la propuesta de duplicar la tasa que deben pagar por los beneficios que obtienen de sus activos intangibles aparcados en filiales creadas a tal efecto en el extranjero

Sólo algunos republicanos xenófobos se opondrían a modificar la norma sobre visas H1-B, que Trump restringió tanto como pudo mientras Biden ha reconocido la justicia de la reclamación de empresas – sobre todo en California – que dependen de la importación de científicos, ingenieros y programadores.

Por hoy será suficiente. Un saludo, lectores

Norberto


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