Sin vuelta atrás. Bajo este lema, sugerente e intencionado, se celebró en Santander la semana pasada el encuentro de la industria de las telecomunicaciones, que organiza la patronal del sector, AETIC, en colaboración con la UIMP. Como siempre, el debate fue sereno, cortés y profesional, pero esta vez alcanzó una intensidad y repercusión inusual. En la jornada inaugural, abrió el juego Julio Linares, consejero delegado de Telefónica, planteando la necesidad de soluciones sostenibles para un modelo económico que avizora la insostenibilidad. Se refería al crecimiento exponencial del tráfico de datos que circula por las redes móviles, en imparable aumento por la proliferación de smartphones y el streaming de vídeo.
“En 2013 – dijo Linares – se cruzará la línea más allá de la cual el tráfico de internet por las redes móviles será superior al que se transportará por las redes fijas”. El modelo actual, según Telefónica, se apoya en una dinámica competitiva tal que los operadores (regulados) tienen que asumir el incremento del coste del transporte, mientras los ´agentes de internet´ (no regulados) generan tráfico por el que no pagan pero que les permite obtener ingresos por venta de publicidad, contenidos y aplicaciones. La mayoría de los consumidores – añadió Linares – subsidia a una minoría de usuarios intensivos. Así se presentan a la industria dos retos para la industria: cómo gestionar la inversión, y cómo extraer valor del aumento de la demanda.
La evolución de la tecnología acompaña esta progresión, y facilita el desarrollo de soluciones que eviten la congestión de las redes. Como respuesta al primer reto, el número dos de Telefónica sugirió una cooperación entre operadores para compartir niveles de infraestructura – transporte, transmisión, acceso, plataformas de servicio – sin sacrificar la competencia. El segundo reto exigiría buscar “soluciones colectivas” con el fin de racionalizar el tráfico; de ellas han de participar los agentes de internet, y no sólo los gestores de las redes. Trajo entonces a colación el concepto de neutralidad de red. Cita textual: “la neutralidad de la red es perfectamente compatible con la gestión responsable de nuestros activos para ponerlos a disposición de otras compañías” [por una errata, en La Vanguardia del martes se escribió `incompatible´].
Las alternativas pasan, según Linares, por limitar las asimetrías últimamente disparadas. Habría que establecer nuevos modelos de conexión (técnicamente, acuerdos de peering) y/o reservar espacio para servicios gestionados evitando que repercutan negativamente en la calidad del servicio de acceso a internet. Linares expuso cinco fórmulas, pero la atención se centró en dos que atizaron la polémica de la semana: “adaptar la oferta a los usos, mediante tarifas segmentadas por tipo de servicio” y “gestionar la calidad de servicio, priorizando el tráfico según servicio”. Interpretaciones reduccionistas llevaron a deducir que Telefónica habría declarado “la guerra a las tarifas planas”, y sobre este equívoco girarían crónicas, blogs, comentarios y editoriales. Por mucho que Linares y sus colegas se empeñaran en explicar que ni Movistar ni ningún otro operador en España aplican tarifas planas ilimitadas, “que permiten manejar cualquier tipo y volumen de información, con independencia del precio que se pague [lo que] da lugar a que unos pocos usuarios generen tanto volumen de tráfico que perjudican al resto”. Allí donde existía ese modelo tarifario (AT&T en Estados Unidos, O2 en Reino Unido), se ha eliminado; en España no ha lugar, porque no existe.
Otros operadores se manifestaron en la misma línea. Francisco Román, consejero delegado de Vodafone, dijo “[…] nadie sensato puede montarse la película de que los usuarios tienen derecho a generar una demanda infinita, al precio que sea; los recursos de las redes son limitados, y el primero de esos recursos, el espectro radioeléctrico, es indefectiblemente finito”. Román defendió la necesidad de segmentar nichos de mercado, lo que ha de reflejarse en tarifas asociadas a distintas pautas de consumo. A su manera, coincidió Jean-Marc Vignolles, consejero delegado de Orange: menos de un 10% de sus clientes de móviles – dijo – generan el 80% del tráfico que atiende su red, y el volumen se multiplicará por ocho antes del 2015. Aun así, no hay motivos para temer por las tarifas planas, tampoco en el caso de Orange: “no vamos a modificar nuestro esquema de tarifas, en el que cuando el usuario supera un cierto nivel de consumo, se le reduce automáticamente la velocidad”.
Por su lado, el presidente de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones, Reinaldo Rodríguez, sin apartarse de su papel institucional, subrayó algo que muchos comentaristas olvidan: los precios minoristas – su cuantía, si son planas u onduladas, así como la segmentación comercial – no son objeto de regulación. Rodríguez recordó la normativa europea: el regulador autoriza y controla los precios mayoristas y las condiciones de interconexión, claves en formación del precio final; pero deslizó un mensaje: “la gestión del tráfico es una herramienta potente pero peligrosa”.
Si la intención de Linares fue abrir un melón que en febrero puso sobre la mesa César Alierta, se puede pensar que lo ha conseguido, otra cosa es que sea digerible para todos. No son las tarifas planas lo que se discute, pero, tal como las entienden los consumidores, tienen los años contados.
Publicado en La Vanguardia el 5 de setiembre