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  17/11/2015

¿Será ésta la próxima guerra de los chips?

La crónica de la semana pasada sobre el estado del mercado mundial de smartphones ha generado una interesante discusión con lectores atentos a su contenido. En ese intercambio, alguien ha hecho llegar al autor de este blog el enlace a una noticia de la que se desprende que Alphabet (ex Google) se prepara para diseñar su propio microprocesador, para lo que ya estaría en conversaciones con varios fabricantes de semiconductores a los que, llegado el momento, encomendaría la fase industrial. Sería, con variantes, lo que viene haciendo Apple desde que adquirió PA Semi para encomendar a Samsung (y luego también a TSMC) la fabricación de los chips que equipan los sucesivos iPhones.

Sundar Pichai

Sundar Pichai

De hecho, el rumor nace, del fichaje por Google de varios ingenieros que han trabajado en PA Semi y uno procedente de Qualcomm. La desdichada compra de Motorola, luego revendida a precio de saldo a Lenovo, ha llevado a la conclusión de que la línea a seguir para disciplinar a las marcas que se arropan en Android no depende de tener una marca en propiedad. Todo lo que ha podido hacer Google para influir sobre la evolución del hardware que acoge su sistema operativo ha sido repartir entre distintos fabricantes las sucesivas versiones de Nexus [la actual, entre LG y Huawei].

La historia viene a sumarse a los supuestos planes de unificar Chrome y Android. Aparte de estos movimientos – a saber si son tácticos o estratégicos – la fragmentación de Android es implacable, y sus actualizaciones periódicas quedan supeditadas a la voluntad de cada fabricante, lógicamente más preocupado por la rotación de sus modelos que por proteger los intereses de Google.

La lógica de la iniciativa – avalada por buenas fuentes pero, por obvias razones, no confirmada – empieza por constatar que el excepcional beneficio que Apple obtiene del iPhone obedece a que controla con igual firmeza el hardware y el software. Gracias a su control pudo Apple mover su plataforma a los 64 bits antes que nadie, y sus chips de diseño propio le permitieron elevar las prestaciones de la siguiente generación de iPhone.

Al parecer, Sundar Pichair – que fue responsable de Android antes de ser promovido a CEO – habría llegado a la convicción de que dirigía una orquesta en la que cada instrumentista quisiera ser tratado como solista. En los smartphones de gama media y baja, no hay mayor problema: lo que realmente importa es el precio. Pero si se pretende contrarrestar el dominio del iPhone en la capa alta del mercado – donde está la rentabilidad – la ´comoditización` es contraproducente, y el discurso sobre el ´ecosistema` sirve de poco. En teoría, la mejor manera de optimizar el software es tener la decisión última sobre el hardware que va a soportarlo, y esto se conseguiría desde su componente básico, el procesador. Google podría tomar el mando, y condicionar las libertades que cada marca se toma a la hora de ´personalizar` el software según su conveniencia individual.

La noticia llega en un momento de mucha agitación en la industria de semiconductores. Durante años, Qualcomm ha disfrutado de un cuasimonopolio sobre el SoC de Android, pero jugó mal sus cartas con el Snapdragon 810, que casi de inmediato fue superado por Apple y, en su campo, por Samsung. Qualcomm las está pasando canutas: en el tercer trimestre, sus ingresos cayeron un 18% y sus beneficios un 40%. Tras perder una batalla política en China, Samsung la ha dejado de lado en el equipamiento del Galaxy S6. Ahora, cuando finalmente tiene en el mercado un procesador nuevo y mucho mejor, el Snapdragon 820, se desayuna con los supuestos planes de Google. El error de Qualcomm – como, en otra escala, el de Intel – ha sido creer que los procesadores para móviles seguirían una vía de comoditización comparable a la que han seguido en los PC.

Está ocurriendo lo contrario, y el impulso viene de Apple. Cuando esta pasó a los 64 bits, con el A7 implementado en el iPhone 5S, se puso en cabeza del diseño de semiconductores para móviles, tras lo cual Samsung se rehizo con prontitud, de manera que – además de ser el suministrador principal del iPhone – tiene sus propios procesadores Exynos 7420 para sus Galaxy S6. En lugar de aceptar la ´comoditización`, otros competidores se han sumado al paradigma de la ´customización`. Huawei se vale de su subsidiaria HiSilicon para diseñar chips basados en arquitectura ARM; el último de la serie, Kirin 950, va a equipar la próxima generación de sus smartphones de gama alta. También LG trabaja en su SOC de segunda generación, provisionalmente llamada Nuclun 2.

El Exynos 8, que equipará el esperado Galaxy S7, es un salto adelante en el diseño de procesadores: como su antecesor, tiene ocho núcleos, pero cuatro de ellos son de diseño exclusivo de la marca coreana. Así está planteada ahora la carrera, por lo que esperar que Google se quedara de brazos cruzados sería una ingenuidad: estaría renunciando a determinar el hardware que soporta su sistema operativo, y quizá con el tiempo asistiría a procesos «soberanistas» por parte de las marcas que disputan a Apple la gama alta del mercado.

Google se enfrenta a otro problema potencial: discutir sus planes con Samsung – que conjuga capacidades de diseño y fabricación, una combinación de la que Apple y Qualcomm carecen – sería como entregarle un arma potencialmente peligrosa para el futuro de Android. Los demás fabricantes de procesadores con los que podría negociar, como MediaTek tienen tecnología inferior o, sencillamente, no tienen fábricas propias.

Es posible que la (presunta) jugada de Sundar Pichai tenga una segunda derivada: que su objetivo último sea la integración de sensores en el silicio de los procesadores basados en su diseño. De ser así, se explicaría por su reconocido interés en entrar en Internet de las Cosas o – una hipótesis que publica el Wall Street Journal, muy al loro en todo lo relacionado con Google – que esté trabajando en el desarrollo de una vertiente de Android con capacidad de realidad virtual, cuyas exigencias serían muy superiores a las que puede satisfacer la actual generación de procesadores. Puede sonar futurista, pero el terreno de esta batalla se está escogiendo ahora mismo.


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