15/11/2010

¿Específico? ¿Sistémico? ¿Contagioso?

Los tres adjetivos se han usado indistintamente para calificar el anuncio de resultados de Cisco en el tercer trimestre de 2010, primero de su año fiscal 2011. En la superficie, cifras impecables: 10.700 millones de dólares de ingresos (+19%), 1.900 millones de beneficios (+13%). Pero saltan las dudas sobre el futuro, que a estas fechas ya es presente. John Chambers, presidente ejecutivo de la compañía, anticipó que los ingresos del actual en curso crecerán en un rango del 3 al 5%, y no del 13% previsto por los analistas. Porque, dijo, Cisco está encontrando “turbulencias” (air pockets, literalmente) para cerrar contratos gubernamentales, que representan el 22% de su facturación.

 
John Chambers

John Chambers

Problema específico. Una corriente de analistas piensa que se trata de un fenómeno que sólo afecta a Cisco, por razones derivadas de su estrategia. La proyección interna de las órdenes de pedido entre noviembre y enero ha bajado unos 500 millones de dólares, como consecuencia del agotamiento ¿quizá provisional? de los fondos del plan de estímulos de Obama, de las menores compras de las cadenas de TV por cable – ambos en Estados Unidos – y de la contracción económica que vive Europa. En Asia, en cambio, las cosas marchan mejor de lo esperado. Las líneas de negocio tradicionales de Cisco atraviesan un mal momento, y las nuevas arrancan con lentitud: la entrada en el mercado de servidores es demasiado reciente. En los últimos meses, tras observar las primeras intenciones de gasto de las empresas, Cisco ha contratado 1.900 empleados, muchos de ellos vendedores. Para cumplir con la nueva horquilla teórica, el ejercicio debería cerrarse en julio con ventas de entre 43.600 y 44.800 millones, y esto implica correr mucho en el próximo semestre.

En un ambiente bursátil contaminado, la acción de Cisco se pegó una castaña del 16,8% en las 24 horas siguientes. Una reacción a todas luces exagerada, dijeron los mismos analistas que la precipitaron; tal como explican los textos clásicos sobre el comportamiento de Wall Street, una mala noticia basta para provocar un derrumbe, pero hacen falta muchas positivas para sostener una cotización. De la noche a la mañana, Cisco ha perdido 24.000 millones de capitalización, lo que permite imaginar un rebote.

Problema sistémico. Por su especial posición en el mercado, suele decirse de Cisco que sus datos anticipan e influyen en las tendencias a seis meses de distancia. En 2008, fue Chambers el primero en pronosticar que se estaba gestando una crisis de demanda, si bien muchos desoyeron la advertencia porque el mundo seguía consumiendo gadgets; hoy se puede ver que la recuperación tardará más de lo deseable, y de poco sirve ilusionarse con las ventas de Apple, un barómetro poco representativo de la economía. Importa mucho más comprobar que la demanda de procesadores vuelve a flaquear (apenas un 2,1% de crecimiento, según IDC). El otro bellwether de la industria, Intel, ha rebajado sus previsiones. Y, hablando de macroeconomía, si la así llamada guerra de divisas degenera en desacuerdos como los que se han escenificado en la cumbre de Seúl, y si la “relajación cuantitativa” de la Fed no diera resultados pronto, la temida recesión en W podría no ser una construcción teórica de los economistas.

Problema contagioso. Es obvio que si lo anterior fuera cierto, otros segmentos del sector sufrirán, con un ligero desfase, las mismas dificultades que Cisco. Empezando por sus competidores directos en el negocio de networking, sometidos a parecidas contingencias y financieramente menos sólidos. En verdad, no hay datos que avalen esta hipótesis ni la contraria, pero “la confianza de los consumidores está en jaque por las medidas de austeridad generalizadas, y las empresas toman nota”, subraya Matthew Wilkins, analista de iSuppli. Por su parte, las consultoras Forrester y Gartner identifican leves señales de reactivación de la demanda empresarial, pero las condicionan a la coyuntura general. Incluso en Estados Unidos, CDW IT Monitor describe un ambiente favorable para las compras públicas de tecnología. Sumando todos los factores, y con la prudencia a que obliga una situación tan compleja, tal vez las palabras de John Chambers puedan leere como un aldabonazo saludable.


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