A La Caixa le corresponde el mérito de haber unido a los tres grandes telecos del mercado español en un proyecto conjunto, el pago a través de teléfonos móviles. Juntos pero no revueltos. El director general de e-laCaixa, Benjamí Puigdevall, ha presentado a la prensa el nuevo servicio basado en la tecnología NFC (near field communication) que empezará este año. Puigdevall tenía a su lado a representantes de los tres operadores, pero no dijo mucho acerca del acuerdo económico con estos, aunque precisó que no se trata de una alianza cuatripartita sino de acuerdos bilaterales de compensación por el uso de redes y plataformas, sin contraprestación por operación realizada.
El quinto protagonista del encuentro fue Visa Europe, cuyo papel es validar que las transacciones se hacen con las garantías que ofrece su marca, la más extendida del mercado. En origen, el paso adelante de La Caixa se remonta a la prueba piloto que, junto con Visa y Telefónica, realizó en Sitges y cuyos resultados se dieron por buenos a comienzos del 2011. ¿Por qué ha pasado tanto tiempo? Entre otras razones, porque sólo el tiempo ha traído la masa crítica que un servicio como este necesita. Debían darse dos condiciones: un número significativo de móviles con el chip implantado, lo que requería una buena dosis de inversión de los fabricantes, que a su vez esperaban compromisos de volumen. Otro factor imprescindible era la renovación de la base instalada de terminales en los puntos de venta.
Por fin, parece que la masa crítica existe. Según se dijo en la rueda de prensa, hay (o habrá pronto, no quedó tan claro) en España unos 6 millones de teléfonos adaptados para NFC, si bien no llegan a 400.000 los activados; pero no es suficiente con el chip: el sistema de cada operador tiene que habilitar una clave que ha de ser encriptada en la tarjeta SIM.
Fue uno de los temas del Mobile World Congress en 2013, y volverá a serlo este año. Ninguna de las partes involucradas puede hacer por sí sola que este esquema funcione, y en consecuencia ninguna pretende la hegemonía, ni podría pretenderla. Los modelos de negocio han de ser diferentes porque cada interlocutor tiene una relación peculiar con su usuario final (el titular de la tarjeta, el cliente del operador) que sólo se conjugará si existe un federador, que en esta iniciativa es Visa, aunque los tres operadores confirman que están en tratos con MasterCard. Las conversaciones incluyen a otros bancos, así como a empresas de la distribución o del transporte.
Luis García Cristóbal, director general de Visa Europe para España y Portugal, reconoce que «el camino hasta lograr que la gente se acostumbre a pagar con su móvil será largo, pero sin retorno». Su compañía participa en múltiples acuerdos con distintos compañeros de viaje y fórmulas diferentes. Curiosamente, el mismo día en que La Caixa daba la rueda de prensa, la consultora Tecnocom presentaba su informe anual sobre medios de pago, en tono no del todo optimista acerca del ritmo de desarrollo de este mercado. El informe reproduce esta opinión de Ignacio Bañón, de BBVA: «el futuro del pago pasa por el móvil, aunque todavía no sepamos cuándo ni cómo».
La clave está en la adopción de la llamada billetera electrónica (wallet), que tampoco es una fórmula única . Todos siguen esta senda, pero cada uno a su manera: no es igual el sistema de La Caixa que el del BBVA ni lo será, se supone, al del Santander que está al caer. Otros bancos propensos a la innovación, como Sabadell, Bankinter o ING, podrían estar preparando su oferta para antes del verano. Bankia, ocupada en otras batallas, cuenta con un alto número de titulares de tarjetas, por lo que es imposible pensar que sea ajena al movimiento. En todos y cada uno de los ejemplos, los operadores serán individualmente parte de la ecuación.
Movistar, líder de clientes en móviles, ha desandado algunas hipótesis y su planteamiento es muy distinto al que rigió el piloto de Sitges. Francisco Salgado, su director de nuevos negocios digitales, sostiene que si el uso de NFC no se ha generalizado, no se debe a la inmadurez de la tecnología sino a que deben conjugarse distintas fuerzas. En la práctica, España no lleva retraso, sino que ha superado en número a Reino Unido, que gozó de un liderazgo transitorio durante los Juegos Olímpicos.
De hecho, la estrategia de Telefónica va más allá del puro pago móvil. En octubre, anunció el fichaje de Pilar Aurrecoechea, ex responsable de MasterCard en España como nueva directora general de Servicios Financieros de Telefónica Digital. El caso es que Movistar aún no ha anunciado su propio wallet, y quizá lo haga público este mes en Barcelona.
Vodafone se ha adelantado en esta actividad con el lanzamiento, primero con Visa y ahora con esta y La Caixa, de su billetera móvil y una tarjeta de débito propia, gracias a la cual sus clientes puedan cargar un saldo que define como complementaria de otras con las que irá llegando a acuerdos. Iñaki Cabrera,director de mobile commerce de la filial española de Vodafone, explica que su interés no es otro que ocupar un espacio en la intersección de los distintos actores del mercado: «si tratáramos de forzar un modelo distinto, fallaríamos; todo lo que queremos es hacerlo mejor y, en lo posible, antes que los competidores». Están sentadas las bases, cree Cabrera, y «en 2014 ya se alcanzarán unos volúmenes interesantes que avalen nuestro modelo de negocio basado en un wallet propio, que ponemos a disposición de los otros actores que tienen alguna relación con nuestros clientes: los bancos, el comercio y otro tipo de entidades».
Por su parte, Alicia Calvo, directora de Innovación de Orange, subraya la apertura como primera virtud de su propuesta: no poner sobre la mesa una billetera móvil propia, sino una aplicación que permite a su socio – en esta ocasión La Caixa – conectar la suya para que esté a disposición del cliente del operador.
En estos planteamientos, la ventaja relativa de un operador es que mantiene una relación inequívoca con los usuarios finales, y esta es la base para negociar las condiciones económicas del trato con los bancos. Ambos polos se necesitan, y no podría ser de otro modo. El cliente de Movistar, como el de Vodafone o el de Orange puede tener cuenta en cualquier banco, y este afiliar una red de terminales en el comercio que aceptan tarjetas – y leen chips NFC – con independencia de cuál sea el banco con el que liquidan sus operaciones.
También en este negocio hay «tapados» que empiezan a dejar ver sus intenciones. PayPal, campeón mundial de los micropagos, ha tenido éxito con su sistema online, pero no ha encontrado (todavía) la fórmula para entrar en los móviles, por lo que prefiere cerrar acuerdos bilaterales. Se supone que Amazon, e incluso Facebook, tienen interés en la carrera, pero no están de momento en ella.
Google es la empresa de internet que más lejos ha llegado, con su Google Wallet, pero desde el lanzamiento del 2011 (sólo en Estados Unidos) ha cambiado dos o tres veces de estrategia, síntoma de que no ha acertado, pese a tener convenios con Visa y MasterCard. De Apple se esperaba que el iPhone 5S incorporara NFC, pero ha dejado pasar la oportunidad, de lo que se deduce que no tiene aún definido un modelo de negocio viable.
El problema de todos estos entrantes, que dominan la escena del comercio virtual, es que no saben cómo entablar una relación económica aceptable para el comercio físico, que por ahora es insoslayable en cualquier variante de pago móvil. Esto da lugar a la aparición de modelos de negocio alternativos, como el de la compañía sueca iZettle, en la que ha invertido el Banco Santander.