De entrada, hay que aclarar que lo que desveló Microsoft la semana pasada no es Windows 8 sino sólo su interfaz, unos pantallazos y algunas explicaciones. No es poco, todo lo contrario, pero no lo suficiente porque deja incógnitas; es lógico, puesto que el sistema operativo no estará disponible hasta el año próximo, según dijera Steve Ballmer. Sin embargo, por distintas razones, la compañía tenía prisa en hacer un primer movimiento de ficha, gracias al cual hoy se puede afirmar que Microsoft tiene, por fin, una alternativa que proponer, y que los fabricantes de tabletas no tendrán que echarse necesariamente en brazos de Google si quieren frenar la carrera del iPad.
La gran novedad del anuncio consiste en que no habrá un Windows 8 para tabletas y un Windows 8 para PC; las “nuevas aplicaciones” que se escriban para este sistema operativo funcionarán en ambas categorías de dispositivos, pero esto no significa que del mismo Windows 8 no pueda haber familias con orientaciones distintas, preinstaladas en una u otra según los casos. Si esto se cumpliera en el producto definitivo, Microsoft habría adquirido una ventaja (al menos temporal) sobre Apple, que fuerza a los usuarios a escoger entre software para Mac OS-X y software para iOS5.
Casualmente (o no), la revelación se produce días antes de la presentación de iOS 5, nueva versión del sistema operativo de Apple para la saga del iPhone y el iPad. Y puesto que Apple sigue desde 2007 la norma de renovar su iOS una vez al año, se puede presumir que Windows 8 se confrontará con la versión que pudiera llamarse iOS 6. Por otro lado, la aproximación entre iOS y Mac OS X – en su última variante, Lion – es creciente, por lo que Microsoft va en la misma dirección. En cambio, Google parece haber descartado definitivamente la idea de fusionar Android y Chrome OS, para asignar un rol a cada uno: móviles y tabletas para el primero, portátiles para el segundo. Por su lado, Windows 8 presume de unificar ambos entornos.
Como se puede ver en el vídeo mostrado por Stefen Sinofsky, VP de Microsoft, en una conferencia en California, Windows 8 olvida la envejecida estructura de menús y adopta el interfaz de Windows Phone. La pantalla de inicio despliega una panoplia de ventanas activas (tiles), que pueden ser personalizadas por el usuario e incorporar en el mosaico datos en tiempo real de redes sociales, cuentas de e-mail, mensajería instantánea u otros servicios, directamente en pantalla. Cada tesela puede expandirse a toda pantalla, y dos aplicaciones simultáneas pueden compartir la pantalla. No es una mera cuestión de apariencias: el nuevo sistema operativo ha sido optimizado para dispositivos con pantalla táctil, y este es un salto conceptual en Windows. Ahora bien, para sacar partido pleno de sus cualidades, ¿será indispensable nuevo hardware? Lo que ha dicho la compañía es que “funcionará con o sin teclado y ratón, sobre una diversidad de tamaños de pantalla y de densidad en pixeles, desde una pequeña tableta, a PC portátiles o de sobremesa, all-in-one PC o pantallas de gran tamaño en aulas y salas de reuniones”.
En Computex 2011, Mike Angiulo, portavoz de Microsoft en la feria, mostró un prototipo de tableta construída con un procesador de cuatro núcleos de Nvidia, con aplicaciones de productividad y aparente facilidad para pasar de una a otra aplicación; porque, en esta visión del mercado, una tableta puede asumir las funciones de un PC convencional, con la enorme conveniencia de conectar con los periféricos habituales (lo que no es posible con un iPad, ni parece estar en el plan de Apple).
El gran salto estratégico de Microsoft ha consistido en su decisión de abandonar la inequívoca identificación entre Windows y la arquitectura x86, que ha sido la norma desde los 80, para adoptar asimismo la arquitectura ARM, que prevalece en las tabletas. Esto ha provocado tensiones con Intel, que puso el dedo en la llaga al sugerir que no habrá un Windows 8 sino “cuatro por lo menos” [alusión a que cada fabricante de chips interpreta a su manera los diseños de ARM]. Las aplicaciones acumuladas – advertía Intel – no funcionarán igual en hardware basado en distintas arquitecturas. La réplica de Microsoft fue dura, al acusar a Intel de actuar por despecho, pero el desacuerdo no carece de fundamento: Microsoft ya ha avisado que no todos los procesadores ARM tendrán su bendición, para evitar caer en el vicio de la fragmentación.
Sinofsky, máximo responsable de la división a cargo de Windows, fue impreciso acerca de las diferencias entre las aplicaciones que serán soportadas por Windows 8 en uno y otro entorno. Y muy claro al subrayar que Microsoft no tiene previsto incorporar “una capa de compatibilidad” para permitir que las aplicaciones de generaciones anteriores a la 8 puedan correr en máquinas basadas en ARM. Incluso las más recientes, funcionarán en Windows 8 exclusivamente sobre las máquinas x86 (de Intel o AMD). Sólo las aplicaciones escritas para Windows 8 en entornos de programación web (HTML5, Javascript y CSS, pero no .NET o C≠) podrán saltar de una plataforma a otra. Parece plausible suponer que la intención de Microsoft no es precipitarse ni empujar a los usuarios a sustituior Windows 7 por Windows 8 sino tolerar la coexistencia durante el tiempo que haga falta.
Entre otras cosas, porque pasar de un modelo de uso basado esencialmente en la pareja teclado-ratón, a otro dominado por el tacto (y en el futuro, el reconocimiento de gestos) no puede hacerse a voluntad, ni es fácil que se generalice dentro de las empresas, que representan la clientela más fiel de Windows. Microsoft no puede renunciar al capital acumulado, ni atrincherarse viendo cómo otros le roban la cartera. Ahí será clave el papel de los desarrolladores: la compañía les contará sus planes con más detalle en la conferencia anual de mediados de septiembre, que a partir de ahora adopta un nombre significativo: Build.