Los que tuitearon que la sucesora de la Xbox 360 se llamaría 720, erraron por 719: la Xbox One, desvelada parcialmente hace dos semanas, encarna un nuevo comienzo en la búsqueda por Microsoft de una estrategia para asentarse en el salón de los hogares. Por eso, en lugar de describirla como lo que sin duda es, una consola de octava generación que sustituye a otra del ciclo anterior, prefiere presentarla como un dispositivo all-in-one de entretenimiento, que saca partido al cloud computing para jugar, ver películas y series, escuchar música y disfrutar de aplicaciones. Es una apuesta importante, porque la plataforma Xbox aporta el 50% de los ingresos de la división Entertainment Devices.
En realidad, Microsoft lleva años soñando con llevar la Xbox más allá de los juegos, y por fin ha podido concretarlo. Y tanta confianza se tiene que ha vendido a Ericsson su plataforma de televisión Mediaroom, para que la nueva versión de su consola cumpla ese papel. Pero tal vez no sea la tele, de entrada, el principal atractivo de XboxOne, sino su capacidad de conmutar de los juegos al vídeo, la música, Internet Explorer, Skype y, claro que sí, los contenidos visuales. Y con esta combinación lleva a un punto culminante la ambición – que data de los tiempos en que Bill Gates dirigía la empresa – de ser el centro del entretenimiento doméstico.
¿Es obsoleta la Xbox 360? Obsoleta, no, pero ya tiene siete años, y los tres fabricantes de esta industria coinciden de facto en que en 2013 toca un cambio de ciclo. Nintendo se adelantó al presentar en noviembre su consola Wii U, de fugaz éxito, pero que no ha aprovechado la ventaja temporal; Sony, en febrero, anunció que después del verano estará disponible la PlayStation 4. Y, por último, la Xbox One se pondrá a la venta – supuestamente – el próximo noviembre. Tangencialmente, no está de más señalar que las tres consolas llevan procesadores AMD, y si este ciclo durara tanto como el anterior, el negocio estaría atado por siete años.
Ahora conviene detenerse a observar la marcha del mercado. A lo largo de su vida, de la Xbox 360 se han vendido 77 millones de unidades, según los números publicados por Microsoft. Un crecimiento consistente, desde los 51 millones que acumulaba en 2010, pero en los cinco meses de este año ha perdido cuota de mercado frente a la PlayStation 3, de manera que Sony podría, de mantenerse la tendencia, igualar la cuota de mercado de Microsoft. Las cosas no están para tirar cohetes: según los estudios de mercado, el mercado de consolas será de 17 millones anuales en 2018, una ratio de crecimiento anual medio del 1,5%.
El negocio, por tanto, no está en el hardware sino en el ´ecosistema` que sustenta. En su faceta de consola, la Xbox One puede beneficiarse de la base de desarrolladores heredada, pero adicionalmente ha anunciado que invertirá 1.000 millones de dólares en el desarrollo de 15 contenidos de alta calidad, que serán preanunciados en la conferencia E3, que a partir del domingo próximo reunirá en Los Angeles a la industria del videojuego.
Cuando la nueva consola esté disponible, Microsoft habrá elevado a 300.000 el número de servidores dedicados a la nube de Xbox One, un enorme salto sobre los 15.000 que actualmente soportan el servicio Xbox Live. La compañía ha prometido poner esa capacidad cloud a disposición de los creadores de juegos [lo que no deja de ser un buen negocio, puesto que la mayoría usa actualmente el servicio AWS de Amazon], e incluso les muestra la zanahoria de una eventual explotación conjunta de sus productos alojados en la nube.
Aun así, han circulado protestas de impacientes que no han entendido que Microsoft tenía que exhibir primero sus perspectivas en el entretenimiento, antes de acudir al E3 a hablar de juegos. Para la compañía es fundamental mantener la adhesión de ese público: el número total de «jugones» se estima en unos 10 millones, muchos menos que los aficionados a los juegos móviles, pero constituyen una incomparable caja de resonancia.
Pero cabe preguntarse, ¿a qué audiencia se dirige Microsoft con la nueva estrategia de entretenimiento doméstico? No a los jugones, o desde luego no sólo a ellos. Se dirige a los consumidores de media, a los que quiere seducir con una oferta de contenidos audiovisuales combinada con el controlador Kinect y el servicio de Skype, remodelado al efecto. Una encuesta publicada estos días apunta que más de la mitad de los consumidores identifican Kinect como el gran factor diferenciador, pero los analistas discrepan: para ellos, el verdadero cambio es la función cloud. Un rasgo que ha escapado al público es el hipervisor que permite trabajar con dos sistemas operativos: el de Xbox propiamente dicho para los juegos, y el kernel de Windows 8 para las aplicaciones y otros programas. La capacidad de procesamiento que hoy sirve a la Xbox 360 se va a multiplicar por 40. Y aunque no será estrictamente necesario que la conexión a Internet sea permanente [sería deseable, en cualquier caso] es evidente que los hogares necesitarán contratar mucho ancho de banda.
Para los consumidores de hoy, las opciones de consumo de contenidos asociados a servicios de comunicaciones son casi ilimitadas. Un problema es que esas opciones, que van de los set-top boxes a las numerosas propuestas de smart TV, pasando por los reproductores DVD y los diversos servicios de streaming; todos usan diferentes conexiones y sus interfaces son complejos. Si Microsoft consigue imponer orden en esta dispersión, y hacer que los usuarios acepten innovaciones como el control por voz, el reconocimiento facial [posibles gracias a Kinect] y la personalización, tiene a su alcance la posibilidad de que la Xbox One penetre en los hogares, incluso en aquellos donde ahora no hay consolas.
Ha habido un exceso de conversación en torno a los planes de Apple en materia de televisión, que podría haber dado a los consumidores esos atributos, y hasta ahora se han quedado en nada. Lo que pocos esperaban era que Microsoft se adelantara. Google ha explorado la integración entre Internet y televisión (con menos acierto que Apple), pero ninguna de las dos se ha atrevido con un sistema para juegos. Hagan lo que hagan Apple y Google – que algo harán – no serán los únicos competidores con los que se va a batir la Xbox One. Es un conjunto heterogéneo y fragmentado, en el que no faltará un fabricante como Samsung, por lo que sorprende que Sony no tenga planes en la misma línea, a pesar de sus incontables dificultades. Por otro lado, en los próximos meses se aclararán los planes de Intel, que cree ver en la integración de Internet y televisión un nuevo filón de ingresos potenciales.
El problema mayúsculo con el que va a encontrarse Microsoft es el mismo en el que han tropezado esos rivales: la complejidad del ´ecosistema`de contenidos. Por eso, el anuncio de un principio de acuerdo con Netflix es significativo, pero conviene no olvidar que esta compañía – a punto de desembarcar en Europa – está en muchas quinielas de adquisición.