La semana pasada, la peor para las bolsas en mucho tiempo, la cotización de Apple superaba sus registros históricos: el jueves cerró a 413 dólares, antes de bajar a 404 en la última sesión de la semana. Con estas cifras, revalidó su condición de empresa de más alta capitalización bursátil (casi 375.000 millones de dólares), adelantando por un buen trecho al gigante petrolero Exxon Mobil (337.000 millones) y poniéndose fuera del alcance de Microsoft y Google, únicos rivales posibles entre las empresas de TI. Ese puesto la había alcanzado brevemente en agosto, y de inmediato se puso en marcha la máquina de fabricar titulares: “Apple, la mayor empresa del mundo”. ¿Realmente?
La escalada de Apple podría continuar en las próximas semanas, gracias al nuevo iPhone 5. Hace 20 años, el palmarés estaba dominado por corporaciones con solera, por lo general manufactureras, extractivas o financieras. IBM andaba alicaída pero Microsoft volaba hacia su apogeo. Apple empezaba a remontar otra vez tras el retorno del fundador, mientras Google simplemente no existía.
Hoy, tanto como ayer o más, el mundo vive obsesionado con los vaivenes de la bolsa, pero no necesariamente la capitalización bursátil es la única ni la mejor métrica sobre la importancia económica de una empresa. Aunque tiene la virtud de ser comprensible y fácil de calcular: precio de cierre x número de acciones disponibles (capital flotante). Pero no deja de ser un instrumento teórico; si un buen día todas las acciones de una empresa se pusieran a la venta, su valor se derrumbaría. Por lo tanto, la capitalización bursátil es sólo una representación del acuerdo tácito entre millones de compradores y vendedores de participar en una subasta imperfecta y volátil. Cada inversor estima el precio adecuado según su propio método, o siguiendo las opiniones de analistas supuestamente objetivos.
En el quinteto que encabeza la lista de 2011 hay dos petroleras y tres tecnológicas. Tiene lógica: Exxon Mobil y Petrochina alimentan de combustible a la economía global; Apple, Microsoft y Google son exponentes de algo que ya nadie llama “nueva economía”. Tempus fugit: en 1999 Microsoft valía en bolsa 474.000 millones de dólares y algunos dijeron que su crecimiento no tenía límites, lo que ahora dicen de Apple. En cuanto a Google, su capitalización es hoy la misma que hace tres años.
Por tanto, es discutible que la capitalización bursátil haya que tomarla como un dogma; es sólo un indicador para invertir en bolsa. ¿Dónde han quedado en el ranking los grandes conglomerados industriales de hace una década o dos? Sólo las compañía de energía y los bancos se mantienen en la cumbre, en muchos casos tras gigantescas fusiones, lo que no es el caso de los tres adalides del sector tecnológico.
El valor económico de una empresa es otro indicador posible, emparentado con el anterior pero que se calcula de distinta manera, detrayendo de la capitalización el saldo de caja y sumándole la deuda. Si una compañía quiere hacer una oferta de compra por otra, tendrá que construirla sobre esta base, a la que añadirá una prima suficiente para convencer a los accionistas de que más vale vender ya que seguir atados a la marcha del negocio. Para componer la próxima tabla – y las subsiguientes – se han utilizado datos de Capital IQ, correspondientes al mes de febrero, lo que significa que sus valores han cambiado pero mantienen su validez didáctica.
En este ranking particular, Apple, Microsoft y Google pierden posiciones. Ocurre, paradójicamente, porque tienen mucho cash y poca deuda. Los líderes, en cambio, se caracterizan por su apalancamiento, lo que significa que se han endeudado para estar en condiciones de crecer por adquisiciones, una estrategia usual en tiempos de crédito barato. Las empresas tecnológicas raramente recurren a ella; prefieren, en general, pagar en efectivo o en parte cediendo acciones de su autocartera.
También la tesorería, o saldo de caja, puede considerarse como indicador de tamaño, pero privilegia a los grandes bancos [el podio habrá cambiado algo desde febrero: sería raro que los cinco primeros sean todavía bancos europeos]. No es este un terreno en el que las empresas de TI tengan un comportamiento homogéneo: los directores financieros suelen tener que dar prolijas explicaciones acerca de la composición de sus carteras de obligaciones; porque, en general, los accionistas temen que esas inversiones mermen sus dividendos. Las tres compañías que aquí se analizan están en puestos muy lejanos.
De las cuentas que Google presenta a la SEC se deduce que en su cartera dominan los valores a corto, prácticamente líquidos. Exactamente lo contrario de Apple, con una tesorería de 40.000 millones de dólares de los que más de la mitad son bonos del Tesoro estadounidense. En la cartera de Microsoft destacan acciones de otras empresas, entre ellas sus subsidiarias e instrumentales. Recientemente, ha flexibilizado la política de dividendos para apaciguar el ánimo de sus accionistas.
¿Qué pasa con los activos físicos, que en otros tiempos eran el indicador clave de tamaño? Pues que no son una característica del sector TI [sí lo son de las telecos], una industria intensiva en capital intelectual y con poco inmovilizado. Ninguna de las tres tiene fábricas – aunque sí un número creciente de centros de datos y, en el caso de Apple, tiendas en medio mundo – por lo que sus posiciones en este indicador están lejos de los puestos de cabeza, ocupados por compañías energéticas.
Sin ingresos, una empresa carecería de sentido, porque en ellos está el fundamento de sus beneficios. En este indicador dominan las petroleras (17 entre las 50 primeras), pero la primera es la gigantesca cadena comercial WalMart. El terceto tecnológico no puede ni acercarse a ellas. Sólo IBM y HP están más adelante, pero en puestos secundarios. En febrero, Apple (78ª) superaba a Microsoft (100ª) por una distancia que desde entonces se ha alargado, y Google quedaba descolgada.
Existe una amplia variedad de indicadores de los beneficios de una empresa, tantas como maneras de exponer los resultados para que luzcan más brillantes o, en su caso, menos graves de lo que aparentan. Al fin y a cabo, el cash flow es una representación eficaz y más genuina de la rentabilidad al cierre de un período. Es precisamente en este capítulo donde las cifras de Capital IQ revelan que Microsoft, Apple y Google ocupan puestos más elevados que en la clasificación por ingresos.
El indicador más clásico, y por lo visto desfasado para medir el tamaño empresarial es el número de empleados. Como es obvio, las empresas de TI no están entre las más intensivas en mano de obra, y desde luego sus plantillas no son comparables a las de los ferrocarriles rusos o el servicio postal de Estados Unidos. Por lo demás, la tabla anexa no dice nada que no se sepa: Microsoft tiene el doble de empleados que Apple y más del triple que Google.