Muy gordas tendrán que ser las noticias de mayo para desviar la atención mediática de la inminente salida a bolsa de Facebook. Al menos, en este mundillo autocomplaciente de la información tecnológica. Es la OPV que todos esperaban, pero quedará en un juego de manos entre los accionistas actuales y la crema de los inversores institucionales, ansiosos por ser recibidos en el imperio creado por Mark Zuckerberg. Esta semana se ha iniciado la ronda de presentaciones que precede al primer día de cotización. Se conoce el rango de precio (28 a 35 dólares) y el número de acciones que se ofrecerán: 337,4 millones. Los analistas tienden a pensar que se alcanzarán los 44 dólares a corto plazo. Por eso, el titular más buscado, cuánto vale Facebook, lo dirá la bolsa.
Se trata de la mayor OPV de la historia: algo más de 10.000 millones de dólares se ofrecerán al mercado. Si se cumplen las estimaciones según las cuales el valor bursátil inicial de Facebook estaría en torno a los 96.000 millones de dólares, la empresa estaría en el mismo rango que Cisco o Amazon, que valen unos 100.000 millones, y doblaría a HP, cuya facturación es casi 30 veces más alta que la de Facebook. No hay manera de parar la discusión acerca de la relación deseable entre el valor en bolsa de una compañía y sus ingresos (y beneficios). Así son las cosas.
Circula en el Silicon Valley, dónde si no, una tesis según la cual el estallido de la burbuja – financiera, no tecnológica – de finales de los 90 se produjo por culpa de los banqueros, que impusieron sus reglas ortodoxas a unos emprendedores por entonces inexpertos. Aunque la fábula fuera verdad, no volverá a ocurrir: desde la salida a bolsa de Google, en 2004, los emprendedores, y los capitalistas que los respaldan, han invertido la relación de fuerzas. Los fundadores de Google fueron los primeros en pelear por el control de su OPV, dejando a los bancos en la cuneta. Zuckerberg seguirá más o menos ese guión, al reservarse el derecho a revisar las órdenes de compra previas al gran día, para filtrar a los sospechosos de pelotazo y aceptar sólo a quienes tengan pinta de invertir a largo plazo.
El otro parecido entre los procesos de Google y Facebook es la creación de dos clases de acciones, para asegurarse de que los fundadores tendrán el control sobre las decisiones, digan lo que digan la bolsa y el resto de los accionistas. Mediante este mecanismo, Zuckerberg retendrá el 57,3% del poder de voto. En el ruido de estas semanas, algunos predican el riesgo de confiar el poder sbsoluto sobre ese volumen de dinero a un solo individuo, rodeado de acólitos fieles. Pero esta observación también es vana.
Durante el roadshow, los inversores van a preguntar por otros pequeños detalles: el crecimiento del ingreso por usuario, el grado de saturación publicitaria aceptable, el riesgo de que la red social se vea envuelta en conflictos por cuestiones de privacidad, la estrategia para capitalizar su creciente atractivo entre los usuarios de móviles, los gastos de capital necesarios para mantener la maquinaria en marcha, sus intenciones en materia de adquisiciones futuras y, como suele decirse, un largo etcétera. En pocas palabras, los inversores analizarán a Facebook como una empresa, no como un fenómeno cultural (esto lo dejan para los periodistas).
El principal efecto inmediato será un vertiginoso reparto de millones. La compañía venderá 180 millones de acciones, y de acuerdo a los cálculos se embolsará unos 5.000 millones de dólares, bonita cifra que podrá invertir en infraestructura, en seguir comprando pequeñas empresas afines (este año se ha destapado con más de 1.000 millones). El resto de la oferta, 157,4 millones de títulos, serán vendidos por los accionistas actuales. ¿Quiénes son y cómo se repartirán el pastel?
Mark Zuckerberg podría ingresar 1.057 millones de dólares, que dedicará a pagar impuestos por el ejercicio de sus stock options. El fondo Accel Partners, que tiene el 11,3% de acciones clase B, podría ingresar unos 1.300 millones de dólares y aun así retendría casi 6.000 millones de dólares. El grupo de inversores rusos DST, liderado por Yuri Milner, obtendría unos 919 millones al precio más alto de la horquilla de salida. Su compatriota Mail.ru se llevaría casi 400 millones.
Hay curiosidad por saber qué hará Microsoft: ¿mantendrá su presencia estratégica o recuperará con plusvalía su 1,6% de Facebook? Quien haya visto la película La red social, tal vez se pregunte qué ha sido de aquellos primeros amigos del fundador; todos conservan unos confortables paquetes de títulos y tendrán que decidir si convertirlos en dinero – lo que despertaría la sospecha de que no creen en que más adelante valdrán más – o seguir confiando en Zuckerberg, con el que casi ninguno sigue teniendo relaciones.
Va de suyo que los más de 900 millones de usuarios de Facebook en todo el mundo no pintan nada en esta historia.