Clamaba al cielo que un nuevo reparto del espectro radioeléctrico en México era necesario para que hubiera una competencia genuina en la telefonía móvil. Pegaso, filial de Telefónica, ha salido bien parada de la licitación adjudicada la semana pasada, ya que adquiere capacidad para vender Internet móvil en la capital, donde hasta ahora no podía competir con la operadora Telcel, propiedad del hombre más rico del país, Carlos Slim. Otro poder en la sombra, Televisa, ha obtenido un bloque de alcance nacional con el que podrá lanzar servicios de banda ancha móvil; el mercado adoptará una nueva configuración. Y con esto no acaban las noticias rompedoras.
Por la adjudicación a Telefónica de catorce bloques de 10 MHz en ocho regiones del país, ha tenido que pagar un alto precio: 2.863 millones de pesos (176 millones de euros), equivalente al 96% del total que recaudará el Estado por todo el espectro licitado. Gracias a estas frecuencias en la banda de 1.900, la empresa confía en iniciar el despliegue en un plazo de diez días a partir de contar con el título habilitante, añadiendo 15 ciudades – entre ellas el DF y su área metropolitana, donde su carencia era acuciante – a las 33 en las que ya presta esa modalidad de servicio.
Así como el grupo Slim controla el 71% del mercado de telefonía móvil en el país (y el 84% de la fija), Televisa domina el negocio de la televisión con una cuota superior al 70%. Asociada con Nextel, de capital estadounidense, a Televisa se le ha adjudicado un bloque nacional de 30 MHz, a precio notoriamente bajo (48 millones de pesos = 3 millones de euros). Con una intención aparente de compensación, antes de finales de año se espera la concesión a Slim de la autorización para extender su imperio a la televisión por Internet.
El perdedor en esta ocasión ha sido Iusacell, operador móvil del grupo Salinas (no emparentado con el antiguo presidente del mismo apellido), que recibió sólo un segmento marginal, tras haber denunciado que la subasta había sido amañada para favorecer a Televisa. Telcel no ha sido recompensada con espectro adicional, pero tampoco había mostrado entusiasmo, habida cuenta de las circunstancias.
Por otra parte, el quinto operador de telecomunicaciones, Maxcom, ha iniciado un proceso de venta, según la prensa local, asfixiado por una situación financiera terminal. Los dos candidatos que se mencionan para comprarlo son Telefónica y el grupo francés Vivendi, aunque en ambos casos deberían contar con socios locales para ajustarse a los límites marcados por la legislación. Antes de divulgarse la noticia, el valor en bolsa de Maxcom – en el que el Bank of America posee una participación del 41%, que sería la porción en venta – ascendía a 133 millones de dólares. Se da por seguro que el precio será mucho más alto, sobre todo después de que Vivendi derrotara a Telefónica en la puja por el operador brasileño GVT.
“México es un mercado duro, con un competidor que no cede un milímetro sin pelearlo hasta el final”, declaraba el presidente de Telefónica Latinoamérica. En esta línea, el interés intrínseco de Maxcom reside en que posee una red de fibra sobre la que difunde TV de pago, y en que actualmente ofrece un servicio de quad-play en cinco ciudades (245.000 clientes) gracias a un acuerdo con la filial móvil de Telefónica. Pudo haber un tercero en discordia, la empresa Megacable, que llegó a interesarse en absorber Maxcon antes de aliarse con Televisa y Telefónica para optar – y ganar – a la explotación por 20 años de la infraestructura de 19.000 kilómetros de fibra oscura para transmisión, propiedad de la Comisión Federal de Electricidad.