El devastador terremoto del 11 de marzo ha sido una de las desgracias de este año para Howard Stringer, presidente de Sony. Un día antes, en un briefing con periodistas en Tokio, les confiaba que el ejercicio 2010 se cerraría a fin de mes sin números rojos por primera vez en años. La paralización de una decena de fábricas y la perturbación logística derrumbaron esa fe: el beneficio esperado de 70.000 millones de yenes (unos 600 millones de euros) se convirtió en 260.000 millones de yenes de pérdidas (2.250 millones de euros), el segundo peor registro en 16 años. Por consiguiente, Stringer (69), que lleva seis años en el cargo, tendrá que postergar su retiro, meticulosamente planeado.
Tres meses después, ha vuelto la normalidad industrial. pero las pérdidas han implicado que Sony pierde el derecho a contabilizar créditos fiscales acumulados durante años de crisis. Al presentar los resultados anuales, el director financiero admitió que en el ejercicio 2010, la división de televisión ha vuelto a perder dinero por octavo año consecutivo, pese a la intensa reestructuración que ha desplazado la producción a Taiwan y Turquía. Se especula con nuevas fórmulas de cooperación con otros fabricantes.
Desde entonces, Sony ha sufrido otro grave daño, esta vez en su reputación, tras una serie de ataques de hackers contra las bases de datos de sus redes de juegos online. El impacto financiero directo de este segundo desastre puede no ser muy alto – Sony ha provisionado 14.000 millones de yenes – pero la compañía ya puede ir olvidándose del sueño de refundarse como potencia de Internet. PlayStation Network es un componente esencial de la estrategia trazada por Sir Howard – nació en Gales y ennoblecido por Isabel II – de combinar el hardware (un punto fuerte, aunque penosamente adelgazado) con los contenidos digitales, en un todo rentable.
Qriocity, su servicio para descargar música y películas, pretendía ser una alternativa a iTunes pero la vulnerabilidad de sus sistemas de seguridad lo ha alejado aún más. En un libro reciente sobre Sony, el autor sostiene que Stringer “ha tomado a Apple a la vez como modelo y competidor”. El encargado de llevar a la práctica esa estrategia, Kazuo Hirai, es el elegido para suceder a Stringer y devolver el péndulo directivo a Japón. Pero, tal como están las cosas, sería una frivolidad hablar ahora de herencias: ante todo, Hirai tendrá que poner orden en la poderosa división que tiene a su cargo, para ganar por segunda vez el puesto al que aspira. No hay alternativa, de todos modos.
También se ha escrito que para Stringer es una cuestión de honor entregar el mando con las cuentas saneadas. De las tres divisiones que perdían dinero en 2005, cuando llegó a la presidencia (juegos, móviles y televisión), las dos primeras han vuelto a la normalidad, y esto hay que apuntarlo en su haber, pero la promesa de alcanzar un (modesto) margen operativo del 5% no se ha cumplido, y sigue donde estaba hace seis años. Otro problema, que no es nuevo pero empieza a ser grave, es que la prensa japonesa la ha tomado con Stringer.