Microsoft ha dedicado tres años de trabajo a poner en marcha su iniciativa de cloud computing, y ha invertido más de 1.000 millones de dólares para dotarse de una infraestructura de centros de datos en varias partes del mundo (Dublin, para Europa). El pasado febrero, comenzó a cobrar por el uso de su plataforma Windows Azure, y el 9 de abril declarará abierto a los desarrolladores el componente Azure AppFabric. El esfuerzo, posiblemente el cambio más profundo que ha vivido la compañía, “no tendrá efectos financieros positivos en los próximos tres años, por lo menos”, ha dicho Bob Muglia, presidente de la división Servers and Tools Business, en una conferencia convocada por Goldman Sachs.
O sea que Microsoft va en serio: para ella, cloud computing no es un comodín de adaptación a discursos ajenos, sino una estrategia con mucho fondo. La compañía ha vivido antes otros retos, como la periódica renovación de su sistema operativo o, ahora mismo, la difícil tarea de restaurar su posición en los móviles; pero ninguno ha tenido el alcance y el dramatismo que implica Azure: el objetivo primario es preservar un modelo de negocio al que la compañía debe su fortuna, pero haciendo que coexista con otro en ascenso, bautizado como ´software más servicios´. Por el camino, tendrá que correr riesgos para su rentabilidad, pero no tiene alternativas si quiere seguir siendo relevante en el mercado.
Unos días antes que Muglia, Steve Ballmer había dicho en otro foro que el número de empleados de la compañía que trabajan con sistemas basados en la nube (o inspirados en ella) crece sin cesar. Es decir que muchos de los servicios que Microsoft presta a sus clientes se apoyan en ese concepto, y una manifestación de ello, según Ballmer, es que “aproximadamente un 70% de nuestro personal trabaja sobre plataformas cloud, y en 2011 serán el 90%”. Lo que vale para dentro, vale para el mercado, y viceversa: según Ballmer, en los próximos años las empresas invertirán mucho en la configuración y despliegue de nubes privadas. En cuanto al desarrollo de Azure, dijo que seguirá tres vertientes: una, la nube pública; otra la nube privada (on-premise) y una tercera específica para los gobiernos. Las tres requieren confianza, desde luego, pero acerca de la tercera, Ballmer advirtió: “tendrá que pasar tiempo antes de que los gobiernos se sientan cómodos con la idea de que sus datos se alojen fuera de su jurisdicción”.
Microsoft ha diseñado su plataforma Azure como un ecosistema en el que cede el protagonismo a sus partners y a los desarrolladores de aplicaciones y servicios. Cronológicamente, el primer paso ha sido, en febrero, la introducción del pago por uso de su infraestructura: 12 centavos de dólar por hora de computación, 15 centavos por gigabyte almacenado, más un plus por transacción y otro por ancho de banda. El siguiente, a partir del 9 de abril, será la conversión de beta a servicio pleno de Azure AppFabric .
Como en otras ocasiones, Microsoft se incorpora tardíamente a esta partida, en la que ya están sentados Google, Amazon o Salesforce, y otros. Pero, mientras, para estos rivales, cloud computing sintetiza el propósito de arrebatar clientes a Microsoft, para esta no es meramente defensivo. Puede contar con una extensa base instalada, la fidelidad de una vasta clientela, y la bien aceitada relación con sus partners, tres factores que aquéllos no pueden igualar. Esto se expresa, por cierto, en que los precios de Azure son más elevados que los de las plataformas rivales, porque Microsoft puede permitírselo.
Esto no significa, ni mucho menos, que le sea indiferente la cuenta de resultados. Por ahora, pese a sus atractivas promesas, la realidad del cloud computing es tal que las suscripciones a una plataforma en la nube no pueden sostener la inversión que se necesita para desarrollarla; esto es válido para todos en el mercado, e implica que otras fuentes de ingresos han de subvencionar la nube mientras se espera la lluvia. Por no hablar de que el ritmo de aceptación por parte de las empresas es bajo o incipiente. En esta medida, los analistas han podido escribir que Azure no será – probablemente por más de tres años – otra cosa que un negocio de nicho para Microsoft: la fuerza del modelo de licencia se agotará – suponiendo que se agote, que es otra cuestión – muy lentamente, en un largo período de tiempo.
Pese a las insistentes preguntas que le hicieron sobre Azure, Muglia consideró imperioso precisar que Windows Server 2008 Release 2 (en venta desde octubre, junto con Windows 7 ) y SQL Server Release 2 (que saldrá en mayo), son los puntales de la división a su cargo, y excelentes negocios en crecimiento: 3.800 millones de dólares en el último trimestre. “Estamos entusiasmados con la nube, desde luego, pero no olvidamos que hoy por hoy es el cero por ciento de nuestra facturación, y que en la práctica, durante los próximos tres años, no tendrá efectos financieros positivos”.