22/06/2011

AMD sopesa sus opciones futuras

AMD escogió Berlín como escenario del anuncio de su próxima generación de procesadores de la nueva familia Fusion, que combina dos o cuatro CPU x86 con GPU Radeon, en un sistema que, según se dijo, “supera el rendimiento de la gama equivalente de Intel, usando menos energía”. Muy lejos de la capital alemana, en Seattle, tenía lugar dos días después la conferencia de desarrolladores convocada por AMD, con una notoria presencia de Microsoft, que expuso sus ideas acerca del futuro de las relaciones entre ambas compañías, en un momento en el que sus vínculos con Intel no son precisamente calurosos. Entre ambos eventos, se han cruzado varias líneas de interés para el análisis.

La “segunda generación de procesadores para informática de consumo” de AMD es una respuesta a las mejoras en el rendimiento gráfico de los nuevos Sandy Bridge, que Intel ha puesto en el mercado recientemente. Llano, el nuevo APU (accelerated processor unit) de AMD, ha sido elogiado por el experto Anand Lal Shimpi en estos términos: “es la primera vez en mucho tiempo que AMD puede sentirse competitiva con Intel […]”.

HP ha sido el primer fabricante en anunciar sistemas basados en Fusion, algo que ha sorprendido a algunos analistas. Pero los comentarios más jugosos surgidos en Berlin fueron de otro tono: se especula con la posibilidad de que AMD pueda rebajar su compromiso con la arquitectura x86 mediante alguna forma de acuerdo con la compañía británica ARM. Para valorar el rumor – que no es nuevo – conviene recordar que la arquitectura x86 ha marcado, para bien y para mal, el destino de AMD, desde que a principios de los 80 IBM impuso a Intel la necesidad de contar con un segundo suministrador de procesadores para su PC. AMD quedó así en la incómoda posición de perseguidor, obligado a producir chips compatibles a precio más bajo. Intel, con envidiable salud financiera, pudo maniobrar – no siempre limpiamente – para mantener a su rival como eterno segundón.

Con la aparición de los procesadores de núcleos múltiples, a AMD se le ha hecho cuesta arriba mantenerse en la carrera, y sólo consiguió sobrevivir vendiendo sus factorías para externalizar la fabricación, y gracias a la indemnización que recibió de Intel para cerrar un prolongado conflicto. Sobre esta base ha progresado la hipótesis de un acercamiento con ARM, cuya arquitectura domina el mercado de los procesadores para móviles, y que quisiera desafiar la hegemonía de Intel en los procesadores para PC.

La fórmula más sencilla para enfrentar al adversario común sería que AMD se uniera al `ecosistema´ de ARM, a cambio de unos cuantos millones de dólares un porcentaje de royalties sobre ventas futuras. La oportunidad viene servida, desde que Microsoft decidió que la próxima versión de Windows estará – también – disponible en procesadores ARM. Con esta combinación, la compañía británica – poco más que una boutique de ingeniería para terceros – tendría la oportunidad de lanzarse contra Intel en el terreno de esta. Por su lado, AMD conseguiría escapar a la estrechez de sus márgenes, y subirse a la ola de las tabletas, que no vio venir.

Un cambio de estrategia así, sería coherente con la intempestiva partida de Dirk Meyer, CEO de AMD, a quien en enero el consejo forzó a dimitir precisamente por ese fallo. Desde enero, las cosas siguen igual, o peor: según fuentes de Bloomberg, hasta cuatro altos directivos de la industria rechazaron ocupar el puesto de Meyer.

La dificultad de encontrar un nuevo CEO no hace más que subrayar la percepción de vacío estratégico. De esto se habló en Berlín la semana pasada, en voz baja. ¿Podría el consejo de AMD liarse la manta a la cabeza y negociar la venta de la compañía, antes de que su valor en bolsa se deteriore más? A los analistas sólo se les ocurre un candidato eventual, ARM. Pero en seguida enuncian el mayor inconveniente de la operación: decepcionaría a la decena de licenciatarios de ARM, que tomarían la iniciativa como una amenaza brutal de su modelo de negocio.


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