Para que la traducción generalmente aceptada de wearable, vestible, sea real, no bastará con dar ese nombre a la actual generación de gadgets concebidos como complementos de llevar puestos. Esto es lo que implica una de las innovaciones que Google presentó la semana pasada en su conferencia I/O: el llamado Proyecto Jacquard. De su experiencia con Google Glass, parece haber sacado la lección de que el exceso de notoriedad de un dispositivo personal puede perjudicar su aceptación: mejor sería lo contrario de la ostentación, su invisibilidad. Esta conclusión subyace en la idea de integrar un material conductivo en una tela para que las prendas adquieran capacidades interactivas.
El Proyecto Jacquard no es el tema de esta crónica. Pero sirve como pretexto para introducir otro: puede que la traducción generalmente aceptada de la palabra wearable – vestible – acabe teniendo sentido más allá de los gadgets que hoy se conocen como tales y cuyo exponente más evidente son los relojes y pulseras «inteligentes». ¿Cuál es el estado de la cuestión?
Así como los smartphones han alterado la vida ciudadana desbordando sus usos originales, la sacudida de los gadgets diseñados para lucirse en el cuerpo se propagará más allá de muñecas, caderas y rostros. Un estudio elaborado por PwC, ‘The wearable future’, vaticina que los wearables son el próximo hito tecnológico y les atribuye un mercado de 130 millones de unidades, valoradas en 6.000 millones de dólares, en 2018 (sólo en Estados Unidos). Una oportunidad de negocio que las empresas deberían planificar con antelación o, mejor dicho, desde ya, según las recomendaciones de PwC.
Aunque el estudio se ha realizado sobre una muestra [1.000 consumidores] en un solo mercado, el contenido que ofrece puede proporcionar corolarios sobre la evolución tecnológica y geográfica que les espera. Como este, entre otros: el 21% de los estadounidenses adultos dispone ya de un dispositivo wearable y su tasa de adopción – pareja a la seguida por las tabletas hasta 2012 – no deja de crecer. Sin embargo, mientras que las pulseras de fitness, los relojes inteligentes y otros gadgets se han introducido en el mercado, muchos de ellos están por debajo de las expectativas de sus portadores. El 33% de los encuestados que adquirió uno de estos dispositivos a finales de 2013, asegura que un año después no lo utiliza o no lo hace con frecuencia.
El cansancio de los usuarios es un factor a tener en cuenta, pero no el único. El precio, clave en la decisión de compra, así como la privacidad y seguridad de los datos y la escasez de “información práctica” son los principales recelos de los consumidores ante esta floreciente categoría tecnológica. De hecho, el 82% asegura estar preocupado por la invasión de su privacidad y el 86% piensa que podría hacerle más vulnerable a la violación de sus datos personales. Dicho esto, el 53% de los millennials (personas entre 18 y 34 años) y el 54% de los pioneros en el uso de estas tecnologías se declaran entusiasmados con su futuro. Datos previsibles, pero todavía no concluyentes para el conjunto de la población.
A pesar de la ambivalencia de los números, PwC insiste en resaltar los beneficios potenciales de los wearables, aunque para ello tenga que practicar ciertos ejercicios de minería (profunda) de datos. Según sus conclusiones, los wearables mejoran la seguridad, ya que permiten a los padres controlar mejor a sus hijos (90%); también facilitan un modo de vida saludable, ya que el 80% de la muestra coincidió en afirmar que gracias a ellos ha mejorado su dieta alimenticia [oh] y, por último, se hace una referencia a la simplicidad de uso, que el 83% citó como una de las ventajas más significativas. La onda se muestra imparable y una parte significativa de los 50.000 millones de objetos conectados a la Internet de las Cosas (IoT), que el tópico sitúa en 2020, se llevarán adosados al cuerpo.
Esta tecnología será aún más valiosa si aprovecha las oportunidades de integración con IoT; las aplicaciones Big Data y Analytics, que además de seleccionar datos los interpreten para generar conocimiento, y en la medida que la estrategia de desarrollo y comercialización se centre realmente en las personas. Como señalan los expertos consultados para la realización del informe: “en un mundo saturado de tecnología no se necesita tanta innovación, como aplicaciones útiles para empresas y usuarios”. Ambos entornos parecen estar radicalizados ante la marabunta de artilugios que se avecina, pero las oportunidades son importantes sobre todo para algunas industrias y sus respectivos clientes. La consultora se centra en cuatro de ellas dispuestas (ya lo están) a capitalizar sus beneficios. Ha llegado el momento de jugar y apostar.
Las compañías del sector de entretenimiento, medios y comunicación (EMC) están entre las más favorecidas por la tecnología wearable. El hilo conductor es que “allá donde hay una pantalla, existe una oportunidad de negocio”, ya sea mediante la distracción de la mente o la presentación de un spot publicitario. El 73% espera que esta tecnología transforme sus productos en algo más divertido e inmersivo.
Conforme las redes sociales se convierten en la vía fundamental de interacción, los consumidores esperan wearables que ofrezcan acceso en cualquier momento y lugar a sus redes favoritas. Nuevamente, esto es una realidad entre los millennials quienes, con una proporción tres veces superior a la de la población general, sitúan la utilización de las redes sociales en tiempo real como un beneficio decisivo de estos artilugios.
Además, se abren nuevas posibilidades al imaginario publicitario: lienzos vírgenes para todo tipo de mensajes altamente personalizados en forma de contenidos con relevancia contextual para el usuario. Si se llevan y se miran fijamente, los anuncios terminarán apareciendo.
Conforme estos dispositivos ganen tracción ayudarán a gestionar mejor la salud y sus costes. Aunque los consumidores no se han abalanzado aún a utilizar wearables para este propósito, están claramente interesados. Para el 80%, el mayor beneficio se deriva de su capacidad para poner la información sobre salud y bienestar en la palma de la mano aunque, también mayoritariamente, no están dispuestos a pagar por ellos, sino por su uso: el 68% es proclive a compartir información sobre este tipo de datos a cambio de incentivos. PwC espera que una cantidad significativa de empresas del sector sanitario utilice esta vía para alentar a unos consumidores especialmente receptivos y pone como ejemplo a la cadena estadounidense de droguerías Walgreens, que ha recogido datos de un millón de clientes a cambio de un programa de puntos canjeables por dinero en sus tiendas y websites.
En esta área de aplicación, los consumidores esperan estándares estrictos de seguridad. También se decantan por un “toque humano” a la hora de elegir un dispositivo y sus apps asociadas: “listas oficiales de apps” recomendadas por equipos de médicos (y disponibles en un repositorio virtual) ayudarían a los consumidores a vadear los miles de gadgets y aplicativos móviles existentes, no todos fiables.
La tecnología de estos chismes se convertirá pronto en parte integral de muchos procesos del sector minorista, con una mejora en el servicio, aceleración del proceso de pago, acceso a ofertas y disponibilidad de información en tiempo real. Más que comprar a través de múltiples canales – desde casa, sobre la marcha o en la tienda – la experiencia del consumidor será omnicanal e impulsada por wearables y analíticas exhaustivas. Tras la salud, el bienestar físico y las dietas, la optimización de la compra al detalle es el argumento preferido por los millennials (51%, por un 45% del resto de la población). Y el 72% encuentra que estos dispositivos pueden mejorar el servicio al cliente.
Los consumidores, especialmente los millennials – referencia constante en las páginas del estudio – desean tecnología en la tienda que los recompense por ser clientes habituales: uno de cada dos afirma que estaría fuertemente motivado para usar tecnología wearable «si las apps premiasen a aquellos que más frecuentemente las usan”. Desafortunadamente, también supondrán un tormento para la privacidad y la seguridad de los datos, como otros muchos aspectos del entorno digital.
No hay duda de que la industria tecnológica es el epicentro del movimiento wearable. Como parte del estudio, se pidió a los consumidores que juzgaran los productos de determinadas marcas y no es sorprendente que las tecnológicas llevaran ventaja con Apple, Amazon, Google y Microsoft en los primeros lugares, mientras que las automovilísticas quedaban en un segundo plano.
Los gadgets tienen un fuerte competidor, el smartphone. Y para su despegue tendrán que proponer un valor distintivo. Dado que el móvil es un elemento indispensable en el corto (medio, largo, ¿quién sabe?) plazo, la tecnología de los wearables necesitará integrarse con aquél: cuando se pregunta si estos dispositivos lo reemplazarán, el 76% de los encuestados responde que no. He aqui un asunto interesante, que PwC no resuelve: si van a ser complementarios, ¿cuál de los dos mandará en la experiencia de los usuarios?
En los entornos laborales, el 77% afirma que el mayor beneficio es su potencial para hacerlos más eficientes y productivos en el puesto de trabajo. El 70% espera poder utilizarlo en él y un 46% aboga porque sea la empresa quien lo financie. Por tanto, si la tecnología wearable tiene el potencial de generar una mayor productividad y optimizar los ingresos, los CIO y los departamentos TI serán los agentes adecuados para guiar su despliegue. Como se lee en otro estudio ya comentado en este blog «muchas de las aplicaciones más prometedoras y rentables de los wearables se encuentran en el ámbito de los sectores verticales». Pero esta es una tendencia que el informe de PwC no trata, porque su objetivo se limita a lo que llama consumer intelligence.
[informe de Lola Sánchez]