Leyendo la agenda del próximo Mobile World Congress de Barcelona, se descubre que una de las figuras invitadas a hablar en sesión plenaria es William Clay Ford Jr, chairman de Ford Company y bisnieto del fundador de la compañía. Su presencia obedece a una realidad notoria: el papel de la electrónica en el automóvil no se limita a los sistemas de entretenimiento para que los niños se estén quietos durante un viaje por carretera. Casi todos los fabricantes tienen, o trabajan en, “coches conectados”, adjetivo que se entiende como sinónimo de “inteligentes”, capaces de controlar desde la eficiencia en el consumo de combustible hasta la somnolencia del conductor.
Otros años ha habido coches conectados en los pabellones de la Fira – el año pasado, sin ir más lejos, un Toyota en el stand de Alcatel Lucent – pero eran prototipos experimentales del uso de tecnologías inalámbricas, como LTE. Para Ford, será una primicia en Barcelona, pero lo cierto es que desde 2007 presenta cada enero en el CES de Las Vegas los avances de sus sistemas electrónicos y telemáticos. La compañía presume de emplear más desarrolladores de software que ingenieros mecánicos, y ha llegado a afirmar que “Ford piensa y actúa como una empresa de electrónica de consumo”.
Hasta ahora, esa convergencia entre dos industrias era real y a la vez equívoca: durante años, los automóviles han sido poco más que contenedores de gadgets de entretenimiento y navegación. El cambio de marcha puede asociarse con Sync, el sistema controlado por la voz, que Ford presentó hace cuatro años – inicialmente en colaboración con Microsoft, luego a solas – y que, en su versión actual, permite al conductor acceder a sus dispositivos móviles mediante una pantalla táctil incorporada en el cuadro de mando. La curiosidad de este año es una aplicación para iPhone que advierte sobre las ofertas del día cuando el coche pasa delante de un supermercado o un restaurante que el conductor ha registrado previamente entre sus favoritos.
El plan de Ford va más lejos. El concepto Evos es una plataforma de intercambio de datos en el que el vehículo emula las aplicaciones cloud que el usuario tiene en su smartphone: agenda, música, datos de tráfico o del tiempo, y permite la comunicación entre vehículos equipados con el mismo sistema.
Como es sabido, los coches actuales ya albergan una gran cantidad de chips y sensores, normalmente con funciones de seguridad: mantener la distancia con respecto al que lo precede, corregir la trayectoria cuando se salta de carril, ajustar los faros a las circunstancias o hacer sonar una alarma cuando el conductor se adormece al volante. Otras funciones, que no tardarán en estar disponibles, podrán anticipar el ciclo de los semáforos o prever los movimientos inesperados de un peatón. Como se verá más abajo, esto corresponde a los deseos de muchos automovilistas.
En el CES estaban presentes seis de las diez marcas más importantes de la industria. Los organizadores de la feria difundieron un estudio según el cual el valor de los dispositivos electrónicos que se instalarán en fábrica alcanzará este año los 7.000 millones de dólares, un 16% más que en 2011.
El presidente de Daimler Benz, Dieter Zetsche, insistió en la idea de que un coche inteligente es mucho más que un medio de transporte, y prometió una nueva generación con capacidad para aprender los hábitos de su dueño y predecir sus movimientos. Mientras llega el futuro prometido, Zetsche introdujo mbrace2, que de momento equipará sus modelos de lujo Mercedes SL pero se extenderá a los de gama baja. Al menos en esta fase, su argumento no es tan revolucionario como se dice: el acceso a Facebook, limitado a ciertas funciones, sólo es posible – por obvias razones – cuando el coche no se mueve. Otras aplicaciones, como Google LocalSearch y Street View, parecen más apropiadas.
Un aspecto industrial interesante es que tanto Ford como Daimler prevén que en un futuro no lejano la actualización del software puedan hacerla directamente los usuarios, lo que sin duda sería más barato que involucrar a la red de distribuidores y talleres autorizados.
A la vista de tanto alboroto sobre los coches inteligentes, merece citarse un estudio publicado a comienzos de este mes por Accenture, para el que ha entrevistado a 7.000 personas en siete países. Su conclusión es que lo que espera una abrumadora mayoría de conductores son más funciones de seguridad y de comunicación en caso de avería.
Nueve de las doce tecnologías que tendrían mejor aceptación están relacionadas con la seguridad. Y en la lista aparece la incorporación en el volante de un controlador para teléfono móvil. Según Accenture, no hay razones de peso para que estas innovaciones no se trasladen a los modelos de gama baja – a cierta escala de producción, el coste subiría unos 200 dólares – e incluso serán un estímulo para la rotación: a la hora de comprar, los consumidores de cualquier rango valoran la electrónica incorporada tanto o más que el diseño y otras motivaciones convencionales.