Últimamente, los medios abusan de las metáforas bélicas cuando describen tensiones económicas; estas son más frecuentes – cortesía de Donald Trump – pero es exagerado hablar de guerra. Ni siquiera fría, otro abuso del lenguaje. Este circunloquio viene al hilo de la disputa industrial que ha estallado entre Japón y Corea del Sur, antes enemigos y hoy sólo rivales económicos. Siguen vivos los reflejos emocionales de la Segunda Guerra Mundial, raíces del anuncio de restricciones sobre tres materias primas cruciales para fabricar semiconductores. Las víctimas son Samsung y SK Hynix; de no arreglarse pronto. el conflicto perturbará la cadena global de suministros y el mercado de smartphones.
El enredo empieza con una sentencia del tribunal supremo de Corea, en favor de cuatro ciudadanos a los que otorga el derecho a compensación económica por los trabajos forzados durante la ocupación japonesa, de los que se benfició la empresa Nippon Steel hasta 1945. El gobierno de Tokio advirtió de inmediato que el asunto quedó legalmente zanjado por un tratado de 1965, pero de inmediato procedió a tomar represalias por la sentencia. Su objetivo, evitar que se embarguen activos de la empresa para pagar la reparación de 87.00 dólares a cada víctima. El primer ministro Shinzo Abe teme que el episodio sirva como precedente para miles de demandas que refloten los daños de una guerra que en Corea no está olvidada (aunque por las calles circulen Toyotas).
La represalia –no reconocida como tal – ha consistido en excluir a Corea del Sur de una “lista blanca” de países que están autorizados a importar sin trabas productos estratégicos. Entre ellos tres materias primas vitales para la industria de semiconductores, de las que Japón controla una media del 80% del comercio mundial.
Los tres compuestos se llaman, respectivamente, fluoruro de hidrógeno, poliimida fluorada y fotoresistor ultravioleta. La excusa de que podrían tener destinos contrarios a la seguridad – referencia apenas velada a su eventual contrabando a Corea del Norte – es insostenible: llevan muchos años exportándose a Seúl sin esa sospecha.
Shinzo Abe no es proteccionista (al menos no lo es a la manera de Trump) por lo que en la reciente cumbre de Osaka volvió a defender el tratado TPP, del que se ha retirado Estados Unidos. No obstante, le venía bien políticamente mostrarse duro en vísperas de unas elecciones legislativas (que su partido ganó). Por su lado, el presidente coreano Moon Jae-in, hizo notorio su enfado durante la cumbre mientras dejaba que algunos de sus ministros promovieran la idea de boicotear los Juegos Olímpicos de 2020. Año, casualmente, en el que Corea celebrará elecciones generales.
Es evidente que Japón ha perdido posiciones en el mercado global de semiconductores, pero sigue siendo el primer proveedor de productos químicos y de equipos para su fabricación: aproximadamente la mitad de los 52.000 millones de dólares según evalúan los analistas especializados. Y no es fácil reemplazarlo porque, a diferencia de la electrónica, los compuestos usados en esta industria no admiten procesos de ingeniería inversa, lo que da ventaja a quien posee la tecnología.
Conocedor de sus cartas, el gobierno de Tokio dice haber flexibilizado su actitud, pero los compradores ya no se fían. En cualquier caso, tienen muy complicado reemplazar esa fuente de suministro. Samsung, la más afectada, ha firmado un contrato de abastecimiento de fluoruro de hidrógeno con una empresa belga, que en la práctica está participada por su proveedor japonés JSR, ingenioso modo de esquivar las restricciones de Tokio.
Al presentar a los analistas sus resultados del segundo trimestre, ya avisó Samsung que si esta situación se prolonga vería comprometido sus planes de producción de procesadores, memorias… y smartphones. Dotarse de autosuficiencia llevaría al menos cinco años, mientras que otros países productores – China, Taiwan – darían la prioridad a su condición de competidores en sus principales líneas de negocio. Un aviso: Morita Chemical, que fabrica en China el mismo material con un alto grado de pureza, ya ha dicho que tiene comprometida su producción de muchos meses.
Samsung tiene previstas cuantiosas inversiones hasta 2023 con la finalidad de no ceder terreno a la taiwanesa TSMC, su rival directo en la fabricación de chips para smartphones, podría tropezar con una dificultad inesperada que retrasaría sus planes.
Un efecto tangible del contencioso ya es el aumento de precio de las memorias DRAM de 4 gigabytes – especialidad casi exclusiva de la industria coreana – que en un par de semanas se han encarecido un 10% pese a que la demanda no está teniendo un comportamiento alcista.
Lo cierto es que entre Samsung y SK Hynix, controlan más del 70% del mercado mundial de memorias DRAM y más del 40% de las flash NAND, pero para producirlas dependen de la regularidad de suministro japonés de materias primas y equipamiento. SK Hynix ha sido sorprendida por el conflicto cuando empezaba a programar un inventario estratégico. Razón por la cual el CEO de la compañía hizo la ronda de sus proveedores en Japón para estudiar con ellos como minimizar el impacto de la restricción.
Las respuestas que recibió no son positivas, según Korean Times: recaerá sobre los proveedores la búsqueda de un subterfugio que les permita reexportar desde terceros países, una maniobra que no puede sentar bien a su propio gobierno. Véase: Tokyo Ohka Kogyo (TOK) se muestra indecisa y retrasa sus planes de instalar una planta en Corea del Sur; Shin Etsu, proveedor clave para Samsung, estima en 90 días la demora de cada licencia individual de exportación que antes se liberaba automáticamente.
A la debilidad estructural de la industria coreana se contrapone la posición hegemónica de Japón en esta peculiar cadena de suministros. Un puñado de compañías químicas niponas domina el mercado mundial de estos tres componentes. El sometido a más controles es el fluoruro de hidrógeno, que no sólo vale para fabricar semiconductores sino que entra en el enriquecimiento de uranio y sirve de base para producir gas sarín, de efectos letales.
No muy distinto es el caso de la poliimida fluorada, que interviene en la fabricación de pantallas OLED, mientras que el fotoresistor ultravioleta se usa en el proceso litográfico que deposita el trazo de los circuitos en la oblea de silicio. Por consiguiente, cualquier disfunción en la disponibilidad de este último material, perturbaría el tránsito a la tecnología de 7 nanómetros, que es ahora mismo el Grial de la industria. Será por esto que la prensa coreana (y con más razón la nipona) evita mentar la guerra.